La geometría variable - término que acuñó Zapatero en 2010 para glosar su versátil política de pactos (ora con los nacionalistas, ora con la izquierda) para flotar en las turbulentas aguas de la crisis entre los cocodrilos de los tijeretazos- entra en danza frenética. No podía ser de otra manera tras cuatro elecciones en un mes, aunque la casa sigue sin barrer y todos buscan pareja y compañeros de baile para tomar la pista del poder suene lo que suene y cueste lo que cueste, esquivando (pisoteando) promesas y líneas rojas solemnizadas en campaña y que han pasado invariablemente a mejor vida al negociar el reparto del turrón.

De esto sabe mucho Cs, el rey de la refracción, un rayo capaz de dejar a cuadros al más pintado con sus cambios de dirección y campeonísimo del donde dije digo, digo Diego. Albert Rivera ponía ajos ante la imagen de Santiago Abascal y decía que a Vox no le daba ni la hora por mucha llave que manejara. Este domingo empezó a desvanecerse su firmeza y el que decía que su partido nunca se sentaría con los españolazos se cubría de gloria al revelarse la reunión a hurtadillas entre su presidenciable en la Comunidad de Madrid y la de Vox. El alegato naranja de que se trataba de "un café de cortesía para conocerse" suena a coña. Es que la Asamblea regional se forma hoy...

La mosca cojonera inflama la derecha y farolea con destrozar la piña y fantasea con permitir que la izquierda siga mandando en Madrid si es menester. La casa sigue sin barrer, pero la veleta gira y gira y Cs ya ha abierto la veda del poder en Madrid con ese "café por cortesía" (por qué demonios me recuerda la definición a mi abuela Eufemia) para activar la demolición de Gabilondo, el más votado y resignado, que recuerda con media sonrisa las desasosegadas reclamaciones del PP de Rajoy de que gobernara el más votado.

El baile ha empezado, el chotis se bailará, como Dios manda, en un ladrillo... Y se viene encima el baile de la investidura de Sánchez, presunta carne para la picadora naranja. Atentos. Rivera nunca decepciona, claro que no. ¿O sí? ¿No es no? ¿O sí? No hay imposibles, pero todo este choteo era muy previsible.

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