Programación Guía completa del Gran Premio de España en Jerez

Las medias verdades y el desarrollo de los cerebros están íntimamente ligados. Igual que parece acertado definir a la incongruencia como la madre de la desidia generalizada a la que estamos asistiendo en los últimos años. Por no hablar de la falta de valores de la sociedad actual. No de otra manera se puede entender la baja capacidad de empatía que tiene alguna gente sin proponérselo. Estamos enfrascados en las últimas semanas en lo que se denomina fin de “curso escolar” que además se acompaña de la terminación de las ligas de los deportes de masas y de los proyectos que se acaban con los calores.

Llegan las notas. Las despedidas. Los exámenes de selectividad. Los viajes de fin de curso. Las galas de graduación y las fiestas de los patios de los coles para celebrar el fin del trimestre. Pero por comparación y por desgracia, la importancia de las lágrimas de los futbolistas y de sus decisiones para con sus ingresos millonarios son mucho más importantes que las lágrimas y ansiedad del trabajo de meses de un profesorado que trabaja a la sombra y no está en las portadas ni se mueve en redes sociales.

Una labor nunca bien valorada que tiene en sus manos la educación de los más pequeños y que influye sobremanera en la escala de valores de los futuros ciudadanos. Una función que el sistema educativo asume con gallardía, y que es mucho más importante de lo que parece, para evitar entre otras cosas, energúmenos en las gradas que se comporten como descerebrados a la sombra de la masa o escondiendo sus miserias tras las frases de una aplicación de internet. Curioso el paralelismo. Comienzo de ciclo en los ayuntamientos, pero más de lo mismo. Complicada la idea. Más cuando no se hace nada por revertir nada. Hablar de fin de curso es una hipérbole poco agraciada. O quizás sea comienzo de ciclo o fin de una forma de entenderlo todo.

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