Hay quien aún se está tirando de los pelos porque la Presidenta madrileña haya acuñado para unos comicios regionales el lema comunismo o libertad. Arrecian los editoriales adversos; los articulistas sensibles al discurso de izquierdas vierten ríos de tinta ante tamaña afrenta y los tertulianos de la tribu echan chispas. Plantar cara con esta disyuntiva no estaba en el guion del buenismo reinante. Con criterios de estricta estrategia electoral, el aserto no puede ser más acertado para una campaña que traspasa los límites de lo regional. No es el poder en Madrid lo único en cuestión. Al repasar lo dicho en los medios no puedo dejar de advertir lo perverso que resulta comprobar la buena prensa que aun tiene el comunismo que transita disfrazado de guardián de las libertades por las democracias occidentales. Lejos de entonar el "mea culpa" por tanto sufrimiento causado se erige con desparpajo en garante de una libertad e igualdad que en realidad es subordinación e igualitarismo. No escarmentamos con el ejemplo de los pueblos hermanos de Hispanoamérica que creyeron ver su particular "El Dorado" en tanta falsa promesa de una deseada justicia social que a la postre solo trajo miseria. Hace bien la Presidenta madrileña en plantear la cuestión en estos términos a riesgo de ser tildada de lo peor. Es comunismo y por tanto más intervención y colectivismo, más Estado, más control sobre nuestras vidas y peores servicios públicos, o es libertad: de empresa, de propiedad, de medios menos intervenidos, de mejora de oportunidades, de control de las Instituciones y no del ciudadano. Mientras unos azuzan el miedo a la extrema derecha que es todo lo que no es pensar según el manual del perfecto bien pensante progresista, no veo porque otros no pueden plantar cara ante una evidencia tan clara: o es comunismo o es libertad.

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