Desde la ciudad olvidada

José Manuel Moreno Arana

Cortijo de Pérez Lila

13 de diciembre 2022 - 01:34

Entre la barriada de La Teja y la cuesta de la Moronta, otra ruina repudiada: el Cortijo de Pérez Lila. Al final de la carretera de Montesierra, un camino nos lleva a esta excepcional muestra de arquitectura barroca del ámbito rural jerezano, en peligro real de desaparición. De lejos, llama la atención la presencia monumental de la torre. Al final de la senda, una hilera de árboles, con troncos quemados en los incendios del pasado verano, la anteceden, inquietantes, preparándonos para una escena de muros vandalizados, cubiertas desplomadas e interiores saqueados.

Nada se conoce sobre su origen, aunque no hay dudas sobre su cronología en el Setecientos. Su íntima relación con las casas levantadas por esa época en el núcleo urbano resulta innegable. Con la misma idea sacralizadora que en Villapanés, un nicho para una imagen santifica el exterior, aquí sobre la puerta de acceso. Una portada coronada por la hornacina, de un trazado esmerado que incluye ménsula gallonada, pilastras cajeadas, moldura mixtilínea y cornisa quebrada. Con ese doble concepto ornamental y utilitario que vemos en Bertemati, se refuerza una de las esquinas del conjunto, en este caso mediante dos pilastras coronadas por vistosos jarrones. Con idéntico sentido decorativista que en Domecq, de la cornisa de la torre pende una graciosa guardamalleta. Y todo ello labrado en cuidada cantería. Exquisiteces que contrastan con su uso y su ambiente, tan distantes de estos refinamientos.

Rodeado de antiguos olivares, este cortijo cumplió, entre otras funciones, la de almazara o molino de aceite. Esto explica la existencia de la torre, de contrapeso. Adosado a ella, un cuerpo semicilíndrico de escalera por la que se accede a un mirador y un palomar que la dotan de singularidad.

Pero alejémonos. Vienen los buscadores de fantasmas para reinventar su historia…

stats