La polvareda levantada por el supuesto audio de la profesora y su propuesta de celebrar el día de la persona especial en vez del día del padre ha enervado a buena parte de la sociedad, a unos por el disparate que propone, a otros porque creen que son medidas inclusivas y por lo tanto, necesarias. Más allá de su veracidad o no, lo cierto es que a pocos sorprende esta nueva ocurrencia propia de la cultura woke.

Existe una persistente intención política con un considerable apoyo social que pretende corregir -en nombre de la inclusión- lo que consideran un desajuste producto de una tradición cristiana y patriarcal, una antigualla que impide el progreso humano y nos ha tenido sumidos en una larga oscuridad. Se creen los hacedores del comienzo de una nueva Historia, una arcadia feliz del igualitarismo en la que no cabe el disenso. El mundo es demasiado grande y diverso como para que todos tengamos que vivir bajo el mismo paradigma, podemos estar de acuerdo en eso; pero que una minoría muy ideologizada quiera controlar todos los resortes educativos, culturales y sociales, es más de lo que deberíamos tolerar. Celebrar la paternidad no puede hacer daño a quien por el azar o la voluntad carece de ella, por mucho que los modelos familiares se hayan ensanchado.

A los hombres no les molesta que se celebre el día de la mujer ni el día de la madre ofende a quien no puede tener hijos. Los parados festejan el día del trabajo y los heterosexuales no objetan el día del orgullo. El calendario tiene días de sobra para este santoral laico e inclusivo. Vivir en sociedades abiertas requiere un esfuerzo de comprensión y tolerancia pero hasta esto tiene sus límites. Parece que fue Dostoievski quien dijo que "la tolerancia llegará a tal nivel que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles".

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