Manuel Barea Patrón

El Dios de la lluvia llora sobre la Sierra

Tribuna

17 de diciembre 2022 - 01:36

Por fin llegó y bendijo con su silencioso manto gris los montes y campos de nuestra sierra gaditana. Contemplar cómo cae la lluvia en nuestros pueblos serranos es una experiencia que merece vivirse. Los más favorecidos por su altitud y orientación son Grazalema y Villaluenga del Rosario. Los enhiestos muros calizos de las sierras del Endrinal (Simancón, Reloj) y Pinar (San Cristóbal, Torreón) galantean con las nubes, las atrapan y permiten en el forcejeo, antes de que continúen hacia Ronda, que descarguen agua a jarros. También reciben lo suyo El Bosque, Benamahoma, Benaocaz y Ubrique. Pero bien pertrechados con paraguas, buen calzado y ropa adecuada el caminante puede recorrer las calles solitarias de estas blancas poblaciones y disfrutar de los tonos grisáceos, negros a veces, del cielo; de los verdes otoñales y las rojizas hojas de los chopos y álamos de ribera, de las higueras y plátanos de sombra, un espectáculo visual y sonoro que hay que experimentar. A ello hay que sumar el aroma a leña de encina y olivo que desprenden las chimeneas de estos pueblos inmaculados. Placitas, recovecos, entramados nazaríes, canalones vertiendo cascadas, calles convertidas en arroyos, todos vertiendo a los cauces de los ríos que manan de nuestras sierras. El puerto del Boyar (1.103 m) y la sierra del Pinar son la divisoria de las aguas que van bien al Guadalete bien al Majaceite o Guadalcacín, su principal afluente. Ambos tienen sus cunas en estas alturas. El primero baja desde el Boyar, atraviesa Grazalema y su valle y se remansa en el embalse de Zahara-El Gastor, continuando por Algodonales, Puerto Serrano (donde se le une el Guadalporcún), Bornos, Arcos y en la Junta de los Ríos (Arcos) se une al Majaceite. Este, que da su segundo nombre al pantano de Guadalcacín, nace en el puerto del Pinar, en la llanada que hay a la salida o entrada al Pinsapar. Como arroyo del Pinar toma dirección suroeste hacia Benamahoma y El Bosque donde cambia de nombre y se adjudica el de esta villa. En Ubrique se le une el caudaloso Tavizna que baja de la cubeta-embudo del Boyar y de la sierra de Albarracín. El Majaceite es un curso de agua que mana durante todo el año. Se embalsa primero en el pantano de Los Hurones y luego en el mar interior que es la presa del Guadalcacín, continuando hacia la citada Junta de los Ríos. Ya unificados ambos cursos, y con el nombre definitivo de Guadalete, el río fluye manso hacia Jerez y El Puerto de Santa María, donde viene a morir en la bahía de Cádiz. El Majaceite tiene hasta su historia durante la primera guerra carlista (1836), en las inmediaciones de Arcos de la Frontera, un enfrentamiento que acabó con la victoria de las tropas partidarias de Isabel II.

La Sierra de Cádiz es como un enorme aljibe ciclópeo de piedra caliza. Por mucha agua que caiga, y cae a veces de forma impresionante (este fin de semana del puente de la Constitución y la Inmaculada en una semana han caído casi 350 litros en Grazalema), no se registran inundaciones. Es más, a las pocas horas de que escampe apenas se ven charcos en las calles. La pendiente del terreno permite que las aguas fluyan hacia las madronas o cloacas maestras que las canalizan hacia los cauces. Es un espectáculo, tras días intensos de lluvia, acercarse a la sierra y ver fuentes y nacimientos en Benamahoma, El Bosque en Los Cañitos, Ubrique o Benaocaz. O los ríos acompañando las calles de estas poblaciones, a veces convertidas en arroyos. Es un antídoto contra la sensación de sequía que experimentamos en el sur prácticamente desde mayo, un estiaje que llevamos padeciendo desde hace unos años. Las sierras del Endrinal, Caíllo y Pinar almacenan el agua que permite que el Majaceite baje siempre risueño, sonoro, alegre de caudal. O que las fuentes de Grazalema, Benamahoma y Ubrique mantengan sus grifos generosos durante todo el año. Y si se sube caminando hacia el Boyar o Las Palomas nos adentramos en el corazón de las nubes, casi se tocan, se posan sobre nuestros hombros. Conviene ir pertrechados contra el agua, pero merece la pena sentir la sensación de "agua va", en este caso, virgen, pura. El viajero avisado notará que el Guadalete a veces baja sequerón, pero es que su caudal se embalsa en tres pantanos: Zahara-El Gastor, Bornos y Arcos. En cambio, el Majaceite salta libre hasta Los Hurones. Y cuando este abre sus compuertas -otro espectáculo digno de verse en el poblado del Charco de Los Hurones- es un verdadero "Amazonas" hasta remansarse en el mar de Guadalcacín.

Pero la Sierra de Cádiz tiene un tercer río apenas conocido, que discurre oculto entre Villaluenga, Grazalema y Montejaque, el río Guadares (a veces se ve escrito como Gaduares) o Campobuche como se le conoce en la comarca. Nace en las faldas del Endrinal. Su cuna está en el puerto de Pedro Ruiz (904 m), un pequeño puertecillo que separa el área recreativa de Las Covezuelas de Villaluenga pueblo. Ahí nacen las primeras arroyadas que bajan dirección este. Puede verse el cauce a la izquierda de la carretera que une Grazalema con Ubrique, pasado el puerto de Los Alamillos (822 m). Se dirige a los llanos y alcornocal de las Ánimas y se interna por unos parajes solitarios espectaculares donde se detiene en pequeñas presas al pie del Jaral (960 m). Finalmente, sus aguas se pierden por lo que fue el fallido proyecto del embalse de Montejaque (Málaga). Reaparecen por la boca de la cueva del Gato en Benaoján, vertiendo al Guadiaro, río que marca la frontera con la provincia malagueña. Pero en años de fuertes lluvias, cuando el caudal de este río alcanza determinada cota, se activa el trasvase y parte de sus aguas fluyen al río Barrida (Ubrique) que las lleva finalmente al embalse de los Hurones, volviendo a la cuenca del Guadalete-Majaceite que las vio nacer.

Cuando el dios de la lluvia llora sobre la Sierra de Cádiz su generosidad alimenta tres ríos que garantizan el abastecimiento de gran parte de la provincia. Bendita agua del cielo, maravilloso espectáculo. El viajero retornará a sus orígenes, a la naturaleza, si se interna en días de lluvia por las veredas y caminos serranos.

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