Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

El jugo se usa y la cáscara se tira

El autor aborda sin pudor la letal figura del acosador psicológico, ya sea masculino o femenino, homosexual o heterosexual, creyente u agnóstico, alto o pequeño, gordo o flaco, negro o blanco, rico o pobre, casado o divorciado… todos son igual de maltratadores

El maltratador en ocasiones busca aliados para sus fechorías.

El maltratador en ocasiones busca aliados para sus fechorías. / Miguel Ángel González

Afirmar que hombres o mujeres nacen, crecen, se reproducen y mueren, no es rigurosamente exacto. Resumir la existencia del ser humano de esa forma tan simplista resulta un atentado en sí mismo. No hay fases estándar o inamovibles, no existen desarrollos evolutivos regidos por cánones establecidos, ni de obligado cumplimiento, nudo o desenlace. Lo único cierto es que existe un principio y un final, pero no hay norma fija a la hora de establecer el recorrido vital de cada persona. Ese es, o debería ser, un ejercicio libre y privado, una especie de aventura inquietante que ofrece la vida para sorprendernos de haber existido. Algo así como un viaje sin origen ni destino, una sucesión de acontecimientos derivados de nuestros propios actos, o bien surgidos sin esperarlos, por sorpresa.

Como todo ser humano emprendes el camino la vida. Como todo ser humano emprendes el camino la vida.

Como todo ser humano emprendes el camino la vida. / Miguel Ángel González

El ritmo que vamos imprimiendo en el deambular vital puede verse alterado por la injerencia inevitable de segundas personas, de aquellos a los que denominamos compañeros de tránsito. Éstos, sin distinciones, benefician o deterioran, aman u odian, admiran o envidian, apoyan o destruyen, ayudan o entorpecen. Y entre ese abanico de posibilidades encontramos la peculiar figura del acosador psicológico, ya sea masculino o femenino, homosexual o heterosexual, creyente o agnóstico, alto o pequeño, gordo o flaco, negro o blanco, rico o pobre, casado o divorciado… Da lo mismo.

Alguien se interpone en tu camino, el maltratador toma presencia. Alguien se interpone en tu camino, el maltratador toma presencia.

Alguien se interpone en tu camino, el maltratador toma presencia. / Miguel Ángel González

El perfil de aquellos que dañan, maltratan o asedian la estabilidad emocional de sus semejantes es muy simple: son  traidores potenciales, envidiosos, mediocres, perversos, celosos, infelices, acomplejados, insatisfechos, narcisistas, inseguros, burócratas con imaginación limitada, poco inteligentes, nada creativos, carentes de satisfacciones en sus vidas privadas, dualistas, ociosos que disfrutan hostigando, poniendo zancadillas. Son psicópatas, malvados compulsivos de rostro angelical o con el típico rictus de asesino voluptuoso y sin inhibiciones. Son generadores de angustias y amenazas, predicadores del terror o el aislamiento al contrario.

El maltratador y los testigos impasibles. La incomprensión y el dolor emocional se hacen patentes. El maltratador y los testigos impasibles. La incomprensión y el dolor emocional se hacen patentes.

El maltratador y los testigos impasibles. La incomprensión y el dolor emocional se hacen patentes. / Miguel Ángel González

El maltratado, por contra, es antagonista del maltratador: una persona comprometida, humanista, sensible, cariñosa, trabajadora, leal, sencilla, humilde, cargada de ideas y proyectos deslumbrantes, hiperactiva, brillante, apta para progresar y ganar la confianza de sus superiores, fiel, participativa, tolerante, bondadosa, desprendida, intuitiva, constante, voluntariosa, con buen entorno familiar o de amistades.

El relato que describirían los que sufren apaleamientos morales y psíquicos sería también variado, pues el escenario puede cambiar desde la escuela al jardín de infancia, desde un hogar a un centro de acogida, desde una cancha de tenis a un submarino nuclear, desde una partida de ajedrez al suntuoso despacho de una gran compañía multinacional. Pero, en la mayoría de los casos, el maltrato tiene su foro ideal en el entorno laboral, en ese territorio en el que los seres humanos desarrollan la mayor parte de su tiempo útil o fértil, y en el que centran también sus objetivos, tanto profesionales como personales.

El maltratador sigue en su empeño y aumenta la intensidad aprovechando la vulnerabilidad de su víctima. El maltratador sigue en su empeño y aumenta la intensidad aprovechando la vulnerabilidad de su víctima.

El maltratador sigue en su empeño y aumenta la intensidad aprovechando la vulnerabilidad de su víctima. / Miguel Ángel González

Cualquier trabajador, sea cual sea su grado de cualificación, puede ser objeto de la ira de aquellos que ejercen la competencia, tanto dentro como fuera de lo que considera su empresa y que, en muchos casos, son sólo espirales diabólicas de destrucción masiva, hogueras de vanidades. Cuanto más te esfuerces, más querrán de ti y, si lo consigues, te seguirán exigiendo más hasta la extenuación. De ahí que, evitando llamar la atención, los medios utilizados por los acosadores no tengan nada que ver con potros de tortura o el garrote vil, la guillotina o la silla eléctrica, la cámara de gas o la horca, no, no. Es algo más 'sofisticado'. De hecho, suelen resultar invisibles, inapreciables, sutiles y cínicamente encubiertos, no dejan rastro o huellas.

Ha conseguido aislarte, la tristeza y la soledad son tus nuevas compañeras de viaje. Ha conseguido aislarte, la tristeza y la soledad son tus nuevas compañeras de viaje.

Ha conseguido aislarte, la tristeza y la soledad son tus nuevas compañeras de viaje. / Miguel Ángel González

El maltratador medita de forma fría y escrupulosa, sin hacer ruido, escondiendo sus armas. Con antelación, ha descubierto que su contrincante es un diamante en bruto que puede eclipsarle o desestabilizar su trono. A partir de ahí, prepara un minucioso plan para borrar del mapa 'su problema' sin mancharse las manos, ni escribir documento alguno. Dado que la violencia física no puede esconderse fácilmente, se buscan otras alternativas. En principio, se dedica a vejar con la mirada o evitando el contacto, anulando así a 'su presa'. Lo va debilitando con una estrategia terrorífica. De forma obsesiva lo asfixia con cuentagotas. Desde la ingenuidad, el respeto y la discreción, el acosado cede con brazos caídos todo su entusiasmo y, llegados a ese punto, el acosador irá a más, escondiendo sus logros o apuntándoselos.

Te convierte en un bicho raro y transitas por la vida ante la indiferencia del resto de los mortales. Te convierte en un bicho raro y transitas por la vida ante la indiferencia del resto de los mortales.

Te convierte en un bicho raro y transitas por la vida ante la indiferencia del resto de los mortales. / Miguel Ángel González

Más tarde, iniciará el proceso de eliminación, apartándolo de sus funciones o, simplemente, ignorándolo. Es lo que se suele definir como el acto de exprimir limones humanos: el jugo se usa, la cáscara se tira. Toda la grandiosidad que exhibe una persona cualificada para cumplir sus cometidos se torna impotencia y depresión a la hora de impedir que lo destruyan, por algo tan simple como humildad y honradez. Es ahí donde el acosador gana definitivamente la partida, porque el débil, o se calla y discrimina a sí mismo, o hace las maletas perdiendo la autoestima, la ilusión y, en muchos casos, las ganas de vivir. También hay otros que buscan inhibidores, venenos varios, sean del tipo que sean, amén de antidepresivos, psiquiatras o psicólogos a la carta. Y además los hay que buscan incluso una ventana al vacío…

Es fundamental la ayuda psicológica para intentar recomponer el destrozo emocional que supone ser víctima del maltrato. Es fundamental la ayuda psicológica para intentar recomponer el destrozo emocional que supone ser víctima del maltrato.

Es fundamental la ayuda psicológica para intentar recomponer el destrozo emocional que supone ser víctima del maltrato. / Miguel Ángel González

La historia de la Humanidad está plagada de maltratos psicológicos. El grande, que no en lo físico exclusivamente, siempre se ha comido al pequeño, al indefenso. Sólo puede ganar uno y, para alcanzar un propósito, no todos juegan limpio. Así, hay cientos de cadáveres sin enterrar por efecto del acoso, muertos en vida. Quien más, quien menos, lo ha padecido, pero ha pensado que era normal, algo intrínseco a las relaciones humanas y profesionales: vencedores y vencidos. Lo rocambolesco es que se teoriza mucho sobre los estragos que produce ese maltrato psicológico, pero no se establecen fórmulas que impidan su continuidad o, lo más importante, su propagación. De hecho, quienes sufren tal atentado suelen tender hacia la resignación, por el complejo y devastador camino judicial que les espera si acaban denunciándolo.

Desgraciadamente, la sociedad parece asumir como modus operandi que la destrucción premeditada de una persona forma parte de las reglas del juego. El único antídoto que parece quedar, pasaría por modificar nuestro código ético y convertirnos a esos procedimientos que los acosadores usan con nosotros. En suma, exprimir limones humanos: el jugo se usa y la cáscara se tira…

Finalmente consigues salir, vuelves a caminar de nuevo, pero ya no eres el mismo... Finalmente consigues salir, vuelves a caminar de nuevo, pero ya no eres el mismo...

Finalmente consigues salir, vuelves a caminar de nuevo, pero ya no eres el mismo... / Miguel Ángel González

Posdata: Todo lo relatado aquí no tendría la misma trascendencia sin el soporte artístico de Miguel Ángel González (redactor jefe de fotografía en Diario de Jerez), para mí, uno de los más relevantes fotoperiodistas que conozco y, sobre todo, un GRAN SER HUMANO superviviente…

(*) Jesús Benítez, periodista y escritor, fue Editor Jefe del Diario Marca y, durante más de una década, siguió todos los grandes premios del Mundial de Motociclismo. A comienzos de los 90, ejerció varios años como Jefe de Prensa del Circuito de Jerez.

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