Le están destapando las vergüenzas al equipo catalán con doble ración de memoria histórica. Casi cincuenta años de balompié separatista fulminados por unos pocos segundos del nodo que ponen en evidencia la fidelidad al régimen dictatorial del equipo y sus dirigentes, así como de los pingües beneficios económicos derivados de sucesivas recalificaciones urbanísticas. Le han pasado el nodo a los independentistas como una boñiga fresca por sus narices. Al parecer, el Caudillo tenía predilección por los falangistas culés.

Estas cosas pasan cuando se quiera construir la historia desde el Boletín Oficial del Estado. La historia brota permanente e incontroladamente como los jaramagos en las cunetas o entre los escombros. Y hablando de cunetas, la sociedad catalana fue de las más castigadas por los horrores del frente popular. De ahí, que no sea de extrañar, cómo la entrada triunfal de Franco en Barcelona se produjera con el Tercio de Montserrat, es decir, con catalanes de pura cepa no independentistas. Esa mitad de la sociedad catalana a la que quiere expulsar el nacionalismo totalitario.

Mutatis mutandis con lo pretendido por el actual gobierno central, que renegando del pacto del 78, viene construyendo a fuerza de decreto un falso relato histórico de españoles buenos y malos que terminará enterrado entre jaramagos, tan pronto se empoderen historiadores independientes que no coman de los dineros públicos. Para entonces les pasarán por las narices la boñiga histórica de un Franco, muerto de viejo como jefe del Estado, entre vítores de muchedumbres enardecidas. Y de cómo las Cortes franquistas, con don Juan Carlos a la cabeza, trajeron la democracia a España y a Pasionaria y a Carrillo para firmar una reconciliación nacional.

Para interpretar la historia harían falta árbitros independientes, pero los actuales están en nómina del F.C. Barcelona.

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