No me disgustó el talante de la actual alcaldesa la noche de las elecciones tras haberse comprobado que los resultados no le eran nada satisfactorios y debería verse obligada a abandonar su privilegiada posición de máxima autoridad de la ciudad. Me imagino que, por dentro, la cosa sería de otro modo. Pero los espectadores que en ese momento estábamos atentos a los que en las distintas sedes se cocía pudimos ver sus buenas formas ante la derrota -en televisión parecía, incluso, que magníficas maneras-, felicitando al bando contrario, dejando claro que era un juego democrático y que unas veces se ganaba y otras se perdía. Además, lo manifestaba con una sonrisa.

Me pareció muy bien. No todos actuaron de la misma forma. Me alegré infinitamente de tan digna actitud. Viendo lo que sucedía en otros sitios, lo de la señora alcaldesa de Jerez fue, en ese momento tan especial, altamente edificante y digno de agradecer. Esa noche se pudo comprobar cómo a lo largo de todo el territorio nacional, las maneras eran muy distintas. Ganadores absolutos que mostraban su soberbia ridiculizando las actuaciones del contrario; perdedores que no aceptaban los resultados y acudían a peregrinas justificaciones y a patéticos argumentos; jefes de partidos que se escondían sin aceptar una realidad contraria; concejales que no daban crédito a lo que el pueblo soberano había decidido y pontificaban sobre injustificadas argucias contra ellos; antiguos dirigentes que aludían a diabólicos postulados para justificar lo injustificable; veteranos políticos que veían fantasmas donde la realidad sólo mostraba sus pobres carencias de gobernantes desfasados; lenguaraces politiquillos que dejaban entrever un enconamiento feroz contra lo que ellos asumían como su verdad indiscutible; pipiolos advenedizos que, en su euforia ganadora, se veían salvadores del mundo.

En definitiva, muchas contrarias posiciones en noche de escrutinios que descubrían a personajes de poco fundamento y escasos alcances ciudadanos. Por eso, los gestos adecuados de políticos serenos y consecuentes dejaban un regusto de solvencia y dignidad.

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