Carlos Alcaraz vuelve a ser el número uno del tenis masculino mundial, algo que ha cimentado en los últimos torneos disputados en España, el Conde de Godó de Barcelona y el Masters 1000 de Madrid, certificando el liderato mundial tras su primera victoria en Roma ante Albert Ramos 6-4 y 6-1. Los hechos y no las palabras, el esfuerzo, el trabajo, victoria tras victoria y no promesas, han aupado al murciano a los más alto de la clasificación.

Fernando Alonso está demostrando carrera a carrera que es uno de los mejores pilotos de F1 del mundo y que de momento la edad no le está perjudicando. Ha devuelto la ilusión a la afición española con sus resultados en clasificación, pero sobre todo con los podios que está consiguiendo con Aston Martin. El piloto asturiano siempre ha generado mucho ruido y controversia a su alrededor, su rentrée en la F1 a los 40 en Alpine y sus malos resultados ponían en entredicho su capacidad para ser competitivo. Pero este año, de la mano del proyecto de Lawrence Stroll, con hechos, con adelantamientos, con carreras y podios está demostrando que es un piloto de máximo nivel y de los más fiables y competitivos de la parrilla. La palabrería y opiniones en torno a Fernando solo se han acallado con hechos.

Historias como las de Alcaraz o Alonso hay muchas, ya sean a nivel individual o colectivo, en el que los hechos evidencian muy a las claras la realidad, independientemente de lo que otros digan o critiquen. Toda moneda tiene su envés, la cara opuesta, en el deporte también, deportistas o clubes, sobre todo a través de sus presidentes, entrenadores o mandatarios, que prometen el oro y el moro y al final todo se queda en un fracaso más. Normalmente tras el fracaso se suele apelar al sentimiento de pertenencia y a nuevas promesas, que normalmente no se volverán a cumplir y entre una cosa y otra, se sigue medrando en la poltrona.

Pero la vida es así, nuestro país es así, Jerez es tal cual. En las dos próximas semanas todo lo que nos llegue por los medios de comunicación, por redes sociales, en vallas publicitarias y en el buzón serán promesas, promesas y más promesas, que si nos paramos a analizar el 90% son incumplibles. Pero a ellas les importa un bledo y a nosotros los electores parece que otro. ¡Qué pena que al que incumpliera una promesa electoral no se le pudiera botar de por vida de la política!