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La inflación nos empobrece. Los impuestos también, aunque, a diferencia de la anterior, nos hace más justos y solidarios. La clave está en acertar en la dosis porque, si nos pasamos en nuestros afanes recaudatorios podemos provocar efectos indeseados sobre la economía e incluso una involución en materia de justicia social y solidaridad. El problema es que no existe una respuesta precisa y contundente a la cuestión de cuál es la presión impositiva ideal.

Si el gobierno andaluz considera que bajando impuestos puede atraer inversiones e impulsar un crecimiento mayor que en otros territorios y así favorecer la creación de empleo y hasta una mayor recaudación impositiva (si el improbable postulado de Laffer se cumple) debe tener la posibilidad de intentarlo. Si además es lo que prometió durante la campaña electoral que le catapultó a la mayoría absoluta, tiene la obligación de hacerlo, aunque también la de soportar el coste político de una decisión que lógicamente debería dar lugar a la contracción, al menos temporal, del gasto público. En cualquier caso, resulta inadmisible la agresión demagógica a la autonomía política, fiscal y financiera de Andalucía que supone el "impuesto a los ricos" promovido por el gobierno de Madrid con el fin de desactivar los efectos pretendidos por la Junta con la eliminación canon sobre el agua, la bonificación del impuesto sobre el patrimonio y la deflactación de la tarifa del IRPF.

Si los impuestos empobrecen es precisamente por su impacto distorsionador sobre los precios, que conduce a una asignación ineficiente de los recursos y al deterioro de la competitividad exterior. También alimentan la inflación y entre todas estas circunstancias terminan por afectar al nivel de vida. La OCDE acaba de dar la noticia de que somos el país que ha registrado una mayor caída en la renta disponible de sus hogares (un 8%) entre el primer trimestre de 2021 y el tercero (el último conocido) de 2022. La renta disponible es la parte del ingreso familiar que permanece en el hogar después de pagar impuestos y cotizaciones sociales y de descontar los intereses pasivos. Han sido años difíciles para todos y muy especialmente para los españoles, pero mientras que en la mayor parte de la organización son evidentes los indicios de recuperación (0,2% de crecimiento del conjunto en el tercer trimestre de 2022), entre nosotros se mantiene aún el declive en el nivel de vida.

Los ingredientes que definen el coctel de la coyuntura de la economía española son que todavía no recuperamos el nivel de actividad previo a la pandemia, lo que nos permite, junto a las ayudas europeas y otras circunstancias, crecer más que nuestro entorno, pero también que nuestro nivel de vida se deteriora más intensamente que el del resto y parte de la explicación está en los vaivenes fiscales del gobierno. Nos cuesta tanto recuperarnos porque la caída durante la pandemia fue mayor y las ayudas fiscales bastante cicateras. Ahora crecemos más, pero el deterioro del nivel de vida (la renta disponible) es todavía más acusado, lo que quiere decir que el mordisco fiscal a los ingresos familiares está siendo mucho más doloroso que en otros países.

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