He aquí la raza superior, que, desde Sabino Arana y Frances Maciá, ha conseguido que el hombre independentista no acabe de dar el salto que le salve de ser australopithecus robustus para hacerse un poco más humano. No es contradicción lo que digo; al contrario, cuanto más me asomo a la realidad homínida regionalista, más distancia abismal encuentro en la evolución morfológica entre zonas. Las regresiones son demasiado evidentes como para tener una visión optimista del mismo. Fantasmas que creíamos vencidos, han retornado con su cara más deleznable y asquerosa. Han vuelto a aparecer horrores del pasado, como si la transición no hubiera conseguido ningún objetivo que mereciera la pena.

Hemos avanzado en beligerancia, violencia y deshumanización; más bien retrocedido. Sigue la 'limpieza étnica' campeando a sus anchas por las mentes obtusas de los mandatarios autonómicos dominantes; sigue la tortura psicológica contra quienes no entran en el pensamiento unilateral y no pueden ejercer con libertad ni derechos ni costumbres; el credo religioso, según qué credo y religión sea, sobre todo la cristiana, que es más evolucionada y libre, es perseguida y masacrada sin que haya amparo alguno; no importa. Los derechos humanos son conculcados por la ideología tóxica del separatismo, y aquí nadie mueve un dedo, con tal de no manchar la falsa idea de una libertad inexistente.

Prohíben hablar tu idioma, salvo que roznes, y te marginan por tener apellidos inapropiados a la región. Te excluyen de cualquier relación social para no sentirse manchados por ademanes forasteros. Y que todo esto ocurra dentro de nuestras fronteras es de traca. Pregunten a los trabajadores españoles, familiares de guardias civiles y cuerpos de seguridad, por ejemplo, a ver si es o no cierto lo de la normalidad de convivencia (que proclaman a gritos en los mítines).

No es verdad que allí haya democracia, no es verdad que se pueda vivir en libertad plena con los energúmenos separatistas, que se siguen comportando con tic totalitarios e inaceptables. Que un niño sea perseguido por su lengua, o que un autónomo no pueda rotular su negocio con el idioma que le dé la real gana, que la administración exija, con su dictadura repugnante, la utilización de su jerga minoritaria como arma arrojadiza contra los ciudadanos, es, a todas luces, una conculcación de los derechos humanos más elementales.

Y aquí no pasa nada, se brinda al sol, mientras todos los ciudadanos de bien, no digamos los más vulnerables, tienen que tolerar la persecución nazi de estos mindundis de chichinabo que reinventan la historia, falsean la verdad, incumplen el derecho y manipulan todo cuanto se les pone en la bragueta. Es indignante, rechazable y perseguible. No hay derecho. Todavía hay una sociedad infectada, enferma y manipulada, que no admite el pluralismo social entre sus gentes.

Que el espíritu de Ermua haya sido derrocado por las banderías bildu-etarras y el bandolerismo diarreico e intelectual de ómnium cultural es un exponente más de cuanto digo; que una bandera española ondee en cualquier casa es todavía filosóficamente imposible y hasta rechazable. Si esto es normalidad, cuénteselo usted al Gorbea, dígalo en la Plaza de Cataluña, en Montjuic o en la Generalidad, por decir algunas generalidades.

Quienes aún dudan de la Constitución, que les ha dado prodiguísimos privilegios (casi tantos como Franco), no contribuyen ni a la libertad ni al progreso ni al trabajo ni a la nación; tienen por norma la ruina de cuanto sustenta un país y el acoso sistemático de todo aquel que no piense como ellos. De momento se han distinguido por la defensa del okupa, la quema de banderas, autobuses, cajeros, mobiliario urbano, las defecaciones callejeras y la importantísima contribución a que se fugara el mejor tejido empresarial de España, que les había hecho tan importantes como considerados. ¡Qué cosas tiene estos chicos! Dicen con tono paternal los más ancianos del caldo de cultivo, como si sólo fueran travesuras de patio de colegio.

¡Hasta ese punto está degenerando el pensamiento social de estos hermosos y placenteros lugares, si no fuera por la existencia del 'independens homo', mico atapuercense, que ha conseguido enredar, profanar y embadurnar todo con la brocha escatológica de su ideología! El hombre de Talteüll ha regresado a la Rambla, y otro tanto ocurre con várdulos, caristios y autrigones, que, bajo la sombra del árbol primigenio, se han confabulado para una vuelta al cretácico inferior.

Mientras tanto, la Hispania Ulterior sufre la opresión ofensiva de semejantes cíclopes, tan superiores en ideas, principios y genes. El pacto de los gobernantes nacionales con semejantes homínidos -independens homo- cubrirá de gloria deudora y suicida a toda esta nación que fuera cuna de héroes, estrado de santos y escuela de descubridores.

No digan que se ha normalizado la libertad en estas regiones españolas; quedan escorias étnicas, con apellidos maketos y charnegos, que, bajo el síndrome de Estocolmo, justifican todas las tropelías que contra los derechos constitucionales se cometen. Peor aún, existe quien consiente, y hasta lo justifica. ¡Vade retro Petrus! 155 ya.

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