A estas alturas de la película uno no sabe si reír, llorar o pasar. Creíamos que estábamos curados de espantos después de tantos Eres, Gurtel, Kitchen, Nécora. Después de tantos y tantos casos de corrupción, de tantos comportamientos ruines, indecorosos, desleales. Creíamos que habíamos aprendido la lección y continuamente citábamos como referentes morales a nuestros mejores embajadores, los deportistas. Rafa Nadal y Pau Gasol como principales exponentes de la marca España, o al menos la que nos gustaría que fuera la imagen que diésemos al mundo.
Pero el caso de Enríquez Negreira y los millones cobrados del Barcelona supuestamente por hacer informes arbitrales (investigación en curso), no sólo ha puesto en entredicho a la entidad blaugrana en particular, sino la honorabilidad de las instituciones futbolísticas de nuestro país.
El colectivo de los jueces futbolísticos mantuvo recientemente una reunión para reivindicar la imparcialidad y el buen hacer de los árbitros españoles, poniendo distancia de cualquier práctica corrupta en la que pudiera haber incurrido Enríquez Negreira y su hijo. Dejando claro que se trata de un comportamiento aislado de una o varias personas, al margen del intachable comportamiento del colectivo.
Por supuesto, desde todas las instancias futbolísticas, no ya solo la arbitral, sino también Federación, Liga y clubes se exige a quienes investigan el caso máximo rigor y contundencia, porque la imagen del fútbol español está en juego. Se habla de que la UEFA podría también tomar medidas y es que está en juego la credibilidad del propio fútbol profesional.
Rubi, que formó parte del cuerpo técnico del Barcelona y ahora entrena al Almería, vino a suavizar lo ocurrido al afirmar en la SER que "de una manera o de otra, todos los equipos se intentan acercar al colectivo arbitral como sea. Unos ponen a un delegado que es amigo de... Otros ponen... No hagamos demagogia, todos intentan que tengan empatía para su club y el que diga que no... Todo el mundo se quiere acercar a los árbitros". Quizás en ese "de una manera u otra" no valoró suficientemente lo que supuso pagar millones de euros a una empresa del que ostentaba el cargo de vicepresidente de CTA (Comité Técnico de Árbitros).
Ya lo dijo el demócrata reconvertido, Manuel Fraga, cuando era ministro de Franco: "Spain is different". Porque si lo de Enríquez Negreira ha supuesto un mazazo a la mandíbula del fútbol español, la llegada al escenario público del llamado caso 'Mediador' nos vuelve a recordar tristemente quiénes somos. Según los políticos somos un gran país, que está dispuesto a tener tolerancia cero con estos casos aislados que de vez en cuando nos salpican. Si hace falta pues cambiamos de Rey, todo sea por la marca España.
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