Análisis

Carmen de Soto Díez

Mercedes Domecq Ybarra. Una vida plena, y "sus verdaderas ganancias"

El pasado martes 26, cual sol que amanece con sus espléndidos resplandores, antes de la aurora, acudió al mejor y más importante de los encuentros. ¿Hay algo más entrañable, para una persona que siempre buscó amar y hacer el bien, que ese encuentro 'cara a cara' con nuestro Padre Dios, que además nos da el 100x1?

Quien haya conocido a Mercedes, y más si pudo hacerlo desde pequeña, tendrá la imagen de una persona sencilla, simpática, guasona o bromista oportuna, rubia guapa, con ojos azules que irradiaban paz y señorío, de muy buen porte y mejor facha. Eso en cuanto a su físico. Mujer trabajadora y detallista, le gustaba rematar y hacer todo lo mejor posible. Sin ser 'perfeccionista', hacía las cosas con absoluta perfección, y si dudan, pregunten a quienes se hayan sentado a su mesa. "Para enseñar, hay que saber".

Mujer fiel a su marido, Fermín Bohórquez Escribano, con quien supo disfrutar de la vida y traer al mundo a sus estupendos hijos: Fermín, buen rejoneador, y mejor persona; Carlete, casado con mi sobrina Blanca Benjumea, que le dieron 4 maravillosos nietos; Carlos, los mellizos Pedro y Pablo, y el benjamín y altísimo Juan; Sol, que en un principio quiso dedicarse a la moda y lo hizo muy bien, después dio prioridad a su familia; Iván, Borja y Mercedes son sus otros 3 hijos. De todos ellos tiene 9 nietos más.

Fue durante años, y años, camarera de Nuestro Padre Jesús de las Penas, cofradía de Jesús de los Judíos, con esmero y generosidad cuidaba todo lo relacionado con su culto y procesión en Semana Santa. Su larga y dura enfermedad no frenó su esfuerzo para dedicarse plenamente a lo que un día se comprometió y que con tanto cariño desempeñaba.

La gracia no destruye la naturaleza, la perfecciona. Fue justo lo que ocurrió con Mercedes, en su familia creció en un ambiente de cultivo de las virtudes humanas: valentía, veracidad, perseverancia, generosidad, sinceridad, lealtad, simpatía, y muchas otras; para que en ellas pudieran arraigar y bien arraigadas las virtudes sobrenaturales como las teologales: fe, esperanza y caridad, o las cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

Para Mercedes, la muerte ha sido el encuentro personal con Dios, en el que se ve con absoluta claridad el bien y el mal que hicimos durante la vida terrena. Algo que no debe cogernos por sorpresa, sino para lo que fuimos preparándonos día a día durante toda la vida. Ahí comienza el 'para siempre, para siempre, para siempre'. La paz, la alegría, la plena felicidad, la belleza más exquisita, lo más maravilloso que podamos imaginar, junto con las personas queridas que ya llegaron al cielo, y tantas y tantas almas a la espera del Juicio Universal, tras el que resucitarán los cuerpos para volver a unirse con sus almas. ¡Ver a la Santísima Virgen, a San José, a los Ángeles que nos guardan!

Mercedes, acuérdate de nosotros, ahora que desde el cielo ¡puedes más! ¡Sabemos que lo harás!

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