Pedro Ruiz regresa a TVE con un especial a su aire y con el ruido de fondo que le gusta al periodista y showman catalán. Sí, tal vez fue el primer showman moderno que tuvimos en España. Actuaba en los teatros con sus imitaciones y humor de Twitter cuando no había Twiiter: la vida de un chiste podía ser entonces de varios millones de años. Y tenía un halo estelar de público entendido.

Tras el nombre de Pedro Ruiz había un mundo adulto secreto, noches de Madrid mucho más divertidas de lo que aparecía en la televisión. Un estilo moderno para hacer reír, nada de revistas y catetadas. Así que cuando Pedro Ruiz apareció en los viernes habituales del Un, dos, tres con Como Pedro por su casa creíamos que Las Vegas había venido a visitarnos. El primer presentador de Estudio Estadio se había creado la imagen de humorista terriblemente crítico y criticón con todos así que su fichaje por el socialista Calviño (el padre) para una TVE en monopolio era un ejercicio de pluralidad y saber reírse de uno mismo por parte del felipismo.

Pedro Ruiz trajo humor y más bien humo. No podía dar todo de sí (las convenciones, la autocensura, el espíritu familiar) así que a ojos de los adolescentes de entonces, que pedíamos más marcha al televisor, nos resultó algo decepcionante. A ojos de hoy es casi de lo más fresco que se programó en los años 80 donde era fácil provocar y donde nada parecía una provocación.

Pedro Ruiz es mucho ego en sus rocosos y apretados centímetros y dio menos de lo que prometía. Sus dos temporadas en televisión estuvieron tan bien pagadas como a su vez fue diluyendo su estampa de humorista prohibido.

Pelín pedante, como buen Leo de todo corazón, todo lo demás que hizo en la tele tuvo el aire pretencioso de su aura con entrevistas valiosas y alguna que otra empalagosa.

Ahora es un veterano fresco y sabio para el panorama que le rodea. Lo demostró cuando María Casado se puso a llorar cuando lo entrevistó. Pedro se merece volver a estar por su casa.