Análisis

hermano juan carlos durán

Fundación Hogar San Juan

¿Podemos seguir?

Esta pregunta está en el fondo de la semana solidaria que cada año por estas fechas realizamos desde el Hogar San Juan, y que lanzamos a la ciudad de Jerez esperando una respuesta afirmativa. Compartimos la suerte de los que viven al día, intentando salir adelante y alcanzar sus metas, sabiendo que las seguridades absolutas y fuertes no son comunes, y necesitamos de la ayuda de todos para seguir. Son muchas las campañas que se organizan desde tantas entidades para conseguir fondos… ¿Cuál es nuestra motivación?: saber que hacemos de intermediarios para aquéllos que quieren salir del mundo de la calle, de la etiqueta de 'persona sin hogar' que les convierta en mobiliario urbano mirado de reojo al pasar, o con pena, pero que al final sigue en el mismo sitio perdiendo los días de la vida que nadie querría malgastar así.

En los doce años que vamos a cumplir, hemos sido testigos de esa realidad, a la vez que un intento de alivio para ellos. Porque también en esto experimentamos nuestra pobreza al no poder cambiar esa otra pobreza que ata a la calle. Nuestra meta última sería transformar la historia de quien cuenta su vida 'casi' perdiendo la esperanza. Pero nos conformamos con ser una ayuda, una oportunidad ofrecida para reconstruir el proyecto de vida de alguien que merece, cuando menos, mucho más. No podemos ocupar el puesto de quienes tienen la primera responsabilidad en esta ayuda siendo entidades públicas, aunque a veces sentimos el peso de que se desplace esa obligación hacia nosotros, sintiendo cada situación de calle como algo nuestro, aun sin poder llegar a todos.

Mirarles a ellos, es descubrir Personas con vidas rotas por las circunstancias algunas veces, y otras por procesos de destrucción alimentados por realidades como la enfermedad mental, haber nacido en otra tierra, haber cometido errores en el caminar, o haberse asomado a ese mundo placentero (de entrada) de tapones de la insatisfacción llamado droga, alcohol, y tantas adicciones que matan a la salida. ¿Cómo es posible que en nuestra cultura del bienestar, esas realidades tengan tan poca respuesta rotunda? ¿Cómo puede ser que una persona con enfermedad mental no tenga de hecho un techo con cuidados adecuados? Si muchos de nuestros jóvenes con 25 o 30 años se convierten en "ninis", ¿cómo pretender que con 18 años, uno nacido en otra cultura y sin la nuestra genere su propia vida?. ¿Cómo es posible que un anciano con 75 años, en situación de dependencia de los demás, tenga que esperar más de un año, o dos, en un albergue una plaza adecuada a su realidad?... Son muchos los 'imposibles' que se mueven por la calle rompiendo esa acomodada seguridad que nos pensamos haber alcanzado.

Mientras miramos cómo recuperar la normalidad perdida, ellos se asoman a un futuro más duro todavía teniendo en cuenta la mochila con la que ya llegaron a la situación de pandemia, o la carga del pasado con la que nacen a la vida en esta nueva normalidad.

A nosotros nos mueve el mismo Dios que un día dijo haber escuchado el lamento de su pueblo esclavizado y haber decidido bajar a sacarlo de ahí. El mismo que desbordándose de sí mismo nació en el pesebre donde comienzan tantas vidas rotas, para decirles "tomad, esto es mi cuerpo entregado". Y sabemos que es el mismo que en tantas personas que no le creen necesario ha sembrado el deseo de no dejar a los otros abandonados. Y por eso, la pregunta inicial se convierte en una afirmación: "con vuestra ayuda, podemos seguir…", y desde el corazón del hogar os damos las gracias como se debe: comprometidos en darle sentido a vuestro sacrificio, utilizando lo recibido en sembrar oportunidades. GRACIAS, y aquí estamos.

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