El Asilo Diplomático en América Latina
Política Nacional: un arsenal literario
Desde la espadaña
Para buscones de temas literarios, permítanme insinuarles una fuente inagotable de inspiración donde hallarán novela, ensayo, prosa, poesía, crítica o teatro. Asómense al brocal inagotable de iluminación que ofrecen cualesquiera de los floridos personajes de la política nacional. Los hay continuadores de sagas, prohombres cuyo nombre es mayor que sus acciones; los encontrará de fábula, zorras y uvas, como si el mismo La Fontaine los hubiera ideado; qué decir de los fantasiosos caballeros de la Mesa Redonda del Tripartito, que han hecho de Camelot un reino republicano; toparán con fantasiosas teorías científicas, insuperables en las comisiones de expertos pandémicos, con verdaderas parábolas de cuento, ficción y aventura: reiterados viajes a la gran manzana, compras proletarias en Versace y Dior, solidarias con Coco Chanel ("el lujo no es lo contrario de la pobreza, sino de la vulgaridad"), y ajustes de agenda 2030 con la ONU, peligrosísimos desplazamientos en Falcon a festejos de Valladolid o mítines ecológicos, episodios de petanca a la hora del almuerzo en busca de la bola perdida, visitas ocultas a farmacias cerradas tras el elixir de la poltrona.
Chocarán con biografías fakes, romances a lo Corín Tellado, thrillers policíacos, que ni Agatha Christie, y corrupciones verdaderas, picaresca, prolijos discursos y folclore, mucho folclore. No hay género que escape a tan noble profesión. La política española ofrece una inmejorable miscelánea que ni el siglo de oro, en todo su esplendor, podría superar. Aquí el teatro más excelso: tragedia, melodrama y pantomima. Género y subgénero, todo en la Musa congresual y ministerial. Todo: zarzuela costumbrista, ópera de exabrupto, sátira de Tito Berni, farsa constitucional a lo Conde-Pumpido, entremés electoral y títeres de marionetas a tutiplén. Anda el panorama hecho un Poema, qué digo, una oda, una rapsodia, un madrigal, acaso una égloga, balada ¡beee! que ha de llevarnos a un mundo bucólico de igualitarismo sexual fluido o, cuando menos, a una elegía más escatológica que la de Hernández a Sijé. Un florilegio sucinto en los altos representantes del pueblo, un epítome de condensación inigualable que podría desembocar en la mayor obra literaria jamás contada, sólo comparable a 'Los trabajos de Persiles y Segismunda'. Anímense los literatos, que han de encontrar aquí la panacea del plectro, el remedio de la musa y la pócima del éxito. Pasarán de patético a peripatético, de 'hiper' a 'super', del guay al superguay, más aún, al 'patetiquísimo'. Abran juego, señores, pasen y vean tan extensa galería de personajes y figuras literarias: metafóricos, paradójicos, alegóricos, enfáticos, perifrásticos, escleróticos y casi diabéticos. En las bancadas representativas del pueblo se aposentan las grupas más retóricas del reino: cínicos, sarcásticos, irónicos, humoristas y cómicos.
¿Quién pudiera poseer semejante arsenal de todo? 'Por una mirada, un mundo; por una sonrisa, un cielo; por un beso…yo no sé qué daría por un beso'. Bécquer libaría en este jardín de inspiración eterna. Exclamaría hiperbólico ante el anuncio de ciento veinte mil viviendas utópicas y viajes de Inter rail gratis por España ¿También por Extremadura? Vengan los hacedores de mitos y comprueben que las leyes animalistas son más prosopopéyicas que los relatos del Génesis, atribuyendo propiedades humanas a animales como si 'fueran capaces de discurso o entendimiento alguno', que diría Cervantes. Si se ha de buscar antítesis, comprueben en fonotecas y hemerotecas que nuestros próceres de la patria capaces son de lo uno y lo contrario: fríos como cierzo zaragozano y tibios cual Burgas d´Ourense, dulces como la miel alcarreña y salados como el agua marina del Mar Menor. Fuego de noche, nieve de día. De plagio, pesantez y tautología ¿quién mejor que el Doctor Capitoste? No hay figura literaria que no se contenga en los escaños parlamentarios y ministeriales, y tanto más en la Moncloa, que se vuelve calambur, paranomasia y apóstrofe de todo. Tropos son ellos: metáfora, alegoría, hipérbole, metonimia, sinécdoque, antonomasia, énfasis, ironía. Lléguense aquí los hábiles poetas, que han de encontrar más arsenal que en la guerra de Ucrania, tantas armas letales y tan sublimes recursos que pudieran superar al mismísimo 'Fénix de los ingenios'. Ni comparación. ¿Hay lugar en el mundo donde se dé tan acertadamente la anfibología: ese doble sentido de palabras y frases que nos tienen a todos en dudas e interpretaciones erróneas? Aquí es, aquí están, enriqueciendo con sus ocurrencias legales cuantas figuras literarias y estilos existan: pedantes, campanudos, grandilocuentes, puristas, almibarados, ampulosos, floridos, líricos, enfáticos y pomposos. Abundan los huecos, bajos, vulgares y chabacanos. Los ingeniosos son menos, los elegantes escasos, mientras los esclarecidos desaparecieron. Así estamos, en un barrizal de estilos, hasta que llegue el avispado escritor de lenguaje inclusivo que, con tan suculento arsenal literario, supere la saga Corleone o a los Soprano, que tanto da. Para Patxi sería un cañonazo.
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