Revulsivo repulsivo

Lo de Donald Trump es para abrir los ojos de par en par... pero hacia otra dimensión. Si te lo piensas con detenimiento, el magnate (un tipo al que le daba igual ganar o perder y que además durante la campaña ha estado de lo más distraído) ha desarrollado un show en el que ha mezclado churras con merinas para estar siempre en boca de todos. Y al final le ha salido el tiro por la bocana del rifle, ha acertado de pleno en la diana y tan sólo le queda hacer todo lo que él mismo sabe que no podrá hacer. Los personalismos tienen algo especial. Ya lo hicieron alcaldes capaces de llevarse bien con el mismísimo obispo y con el más ateo de la CGT. Los personalistas y los populistas saben, sobradamente, que el objetivo es sentar las posaderas en el sillón. Después habrá que negociar y hacer política. Los populistas son en sí un revulsivo aunque sus métodos sean repulsivos. Saben llegar. Tan sólo resta rogar (que cada cual busque su santo o mantra preferido) que al menos no hagan daño a nadie.