Desde la ciudad olvidada

José Manuel Moreno Arana

Santo Domingo de Guzmán

08 de agosto 2023 - 00:00

Un cuerpo demacrado por la penitencia. Lejos se hallan otras representaciones del santo en esta iconografía, como aquélla célebre que hiciera con sublimado naturalismo Juan Martínez Montañés a comienzos del siglo XVII, conservada en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. O la de San Vicente Ferrer que crearía hacia 1731 Francisco Camacho de Mendoza para la cofradía del Dulce Nombre radicada en Santo Domingo de Jerez, de mayor sentido barroco en su composición dinámica y la expansiva expresión dolorida del rostro.

El autor anónimo de este Santo Domingo Penitente en el que hoy, festividad del fundador de la orden dominicana, me detengo se desenvolvió en unos niveles más discretos. Pero nos legó una obra sugestiva donde todo el interés se centra en mostrar una figura consumida que alcanza carácter casi cadavérico en la cabeza, con sienes, párpados y pómulos rehundidos. Estructura ósea muy marcada asimismo en el torso desnudo, magro, seco, exánime. El hábito cubre las piernas arrodilladas sin especial interés por dejar adivinar las formas anatómicas, telas que, eso sí, contrastan por los brillos dorados de su estofado con el ascetismo y palidez de la piel. El único hálito de vida, ausente incluso en la mirada abstraída, lo acaparan los brazos, de musculatura tensa, descrita con cierto detalle: el izquierdo sostiene un crucifijo, el derecho agarra la cadena para disciplinarse. Todo ello intenta revelarnos que la fuerza espiritual es la que sostiene ese cuerpo pequeño, frágil y desgarbado.

Esta talla dieciochesca, ahora en la iglesia, presidió la sala capitular del convento dominico jerezano. Un lugar significativo, donde se reunía la comunidad para tomar decisiones, por lo que sería concebida con un claro carácter ejemplificante. Una invitación a expiar los pecados propios y ajenos a través de la disciplina corporal.

stats