Hacen falta, según la norma Vaticana “Novae leges pro causis Sanctorum), cinco años de la muerte de Juan Pablo II para hacerlo santo. La presión de miles de fieles lo clamó, en 2008, “Santo Subito” sin esperar nada. Organizaciones católicas auparon a Juan Pablo II a la santidad. Y Jerez, la siempre católica, le erigió un monumento, súbito, en el entorno de la catedral.

Se está recordando que el 11 de septiembre 1973 fue el golpe de estado sangrieno de Pinochet en Chile. Yo estuve allí 1974 en visita a los jóvenes de la JIC, de la JOC. Años después, Juan Pablo II apareció en el balcón del Palacio de la Moneda en compañía de Pinochet.

Juan Pablo II en Nicaragua, antes en su paso por Chile, suspendió al sacerdote y poeta Ernesto Cardenal para ejercer el sacerdocio, por ser ministro de Cultura en el Sandinismo.

El 14 de septiembre de 1981, Juan Pablo II publicó la buena Encíclica “Laborem Exercens” sobre el mundo laboral. Esta encíclica fue presentada en “El Calvario”, por el Obispo de Huelva, sin idea alguna.

Desde 1943 el Vaticano sabía de los abusos del fundador de “Legionarios de Cristo”. Un adicto a la cocaína y abusador permanente de niños varones. Juan Pablo II lo puso como ejemplo de apostolado en una audiencia pública. Actualmente la Fiscalía General del Estado, ha planteado la necesidad de que se investigue a fondo sobre la responsabilidad de la Iglesia católica en España, sobre la práctica de la pederastia. El periódico El País, tiene registrado 167 casos, con la mínima colaboración de la actual conferencia episcopal.

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