Veneno para ratas

Se suele recurrir a la figura Pinocho para describir a un mentiroso, pero el autor sostiene que ese títere de madera, al que crecía la nariz con cada trola, no solo define a algún político poderoso, sino también a quienes se 'alimentan' nocivamente con sus embustes

Pinocho. Pinocho.

Pinocho. / Nacho S G Fotografía

Quien llama a las cosas por su nombre es sincero. Así lo fue hasta la extenuación un gran Premio Nobel como Bertrand Russell, que en su magnífica autobiografía incluyó una ‘perla’ de rotunda sinceridad: “Tras una larga vida, el género humano me ha inspirado una profunda piedad, pena”. Ante tal sabiduría y experiencia vital, contradecirle sería pecado, pero aun reconociéndome tendencias piadosas, discrepo que con los políticos mentirosos haya que tener compasión alguna, pues nuestra indulgencia les va convirtiendo en un descomunal peligro público.

Suele recurrirse a una figura de cuento infantil como Pinocho para simbolizar a quien miente. Su creador fue el novelista italiano Carlo Collodi, al que me hubiera encantado consultarle quién le inspiró realmente. A decir verdad, resulta muy extraño que datando su creación de 1882, tal fábula fuese publicada por capítulos en un periódico para niños (‘Giornale per i bambini’), cuando los comportamientos del títere y protagonista al que crecía la nariz con cada trola, eran más propios de un adulto sin pudor. A día de hoy, el ‘hijo’ del carpintero Geppetto es un vivo ejemplo de político sin principios, cuyo mérito consiste en que sus mentiras e incompetencia tarden tiempo en descubrirse. Así sobreviven y, una vez pillados, si se le consienten, ya no dejan de mentir.

Desde muy pequeño tuve pronta conciencia de que las mentiras tenían ‘las patas muy cortas’, pues más temprano que tarde acababan descubriéndose. No habría cumplido aún los seis años, cuando mi madre nos reunió un buen día a sus cinco descendientes para una clase magistral de ética. Usó sólo un par de frases “Hijos míos, alguno de vosotros se ha comido el chocolate que tenía guardado. Necesito saber quién ha sido”. Dado que no obtuvo respuesta, sentenció: “El que sea debe reconocerlo, porque estaba envenenado para las ratas”. Y salí yo, clamando lo que tuve: lección de madre. A partir de entonces, evité el cacao, Lástima que los políticos mentirosos no pasasen por una experiencia similar en la infancia y, aún peor, que gran parte de la sociedad siga consumiendo su veneno…

(*) Jesús Benítez, periodista y escritor, fue Editor Jefe del Diario Marca y, durante más de una década, siguió todos los grandes premios del Mundial de Motociclismo. A comienzos de los 90, ejerció varios años como Jefe de Prensa del Circuito de Jerez.

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