Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Nuevo solsticio de verano y seguimos para bingo. Quedan lejanos los primeros comentarios sobre algún que otro murciélago como causa de un cambio de ciclo. También, del lavado de manos aconsejado sin apellidarse Pilatos ni llamarse Poncio. Quedan ya lejanos los sonidos de los aplausos de los balcones empecinados en darle sonido al silencio de los corderos enclaustrados. Muy lejanas también las auténticas escenas de solidaridad entre humanos en los primeros días de confinamiento. Quedan anticuadas, aquellas primeras mascarillas, las primeras imágenes de unidades de cuidados intensivos abarrotadas, los primeros test de antígenos, las estadísticas moribundas de tragedias familiares o las noticias desalentadoras de las residencias de la tercera edad que abrieron telediarios.

Han quedado en las hemerotecas las comparecencias de un tal Fernando Simón poniendo la otra mejilla día tras día. Eran tiempos de ensalzamiento de los profesionales sanitarios. De la inauguración de hospitales fantasmas. De la llegada de enrevesados protocolos Covid que incitaban al desorden organizado. Del boom de nuevas empresas nacidas al amparo de los negocios adyacentes surgidos de la nada. Del máster obligatorio en plataformas de videoconferencias realizado por todos, a distancia y sin tutorial. Eran días en que la vacunación se veía lejana y se antojaba de película de ciencia ficción.

Todo parece ahora un espejismo. Hemos vuelto a las andadas con todos desquiciados olvidando pronto lo sucedido. Pensando en retirar mascarillas. Gritando en grupo para jolgorio de las gotas de saliva. Indultando a antiguos gerifaltes. Enfadándose con la selección de fútbol. Poniendo recursos anticonstitucionales. Inaugurando centros de secundaria sin personal de educación. O, peor aún, matando criaturas.

Todo este desbarajuste nos hace dudar sobre qué tipo de existencia merecemos.

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