En el adiós al ojito derecho de Juan Belmonte

03 de noviembre 2025 - 03:05

Cuando Juan Belmonte estaba con ganas de ver torear mandaba llamar a Jerez para que llevasen a Gómez Cardeña al hijo del Paula, el mejor cochero de una tierra de grandísimos cocheros. Fue el primer admirador de un gitano que cuando iban enfilando los cincuenta su final tenía encandilado a todo el taurinismo. Había explotado ya Curro Romero y se había entretenido Paco Camino en reventar a la Maestranza en su debut de novillero. Era un tiempo en el que eclosionaron muchos contemporáneos, pues junto a él se lucían en los tentaderos de la Baja Andalucía Rafaelito Chicuelo, Antonio Gallardo, Diego Puerta, Curro Puya, El Pío y los ya nombrados Curro, Paco y Rafael.

Pronto tuvo de asesor quien después sería su suegro, el irrepetible Bernardo Muñoz Carnicerito de Málaga, el padre de Marina, la que sería madre de sus hijos. Era un suceso cómo por el boca a boca se expandía el nombre de este gitano del barrio de Santiago que hacía el toreo como ni siquiera llegaba a soñar ningún mortal porque Rafael Soto Moreno Er Paula sacaba de sus telas toreras todo el embrujo de esa raza que lleva sangre de reyes en las manos.

Gitano las veinticuatro horas del día, Rafael, que tenía encandilado a Antonio Ordóñez, tomó la alternativa en una Goyesca de manos de Julio Aparicio y en presencia del gran rondeño. A partir de ahí aparecieron unos claroscuros que iban a perseguirle hasta la muerte y serían tan acusados que la confirmación en Las Ventas tardó en llegar una barbaridad, nada menos que catorce años, que fue cuando lo apadrinó José Luis Galloso en presencia de Julio Robles.

Y fue a partir de la confirmación de alternativa cuando su nombre salió al mundo tras haber estado constreñido al triángulo formado por Jerez, Sevilla y El Puerto. Se universalizó, pero por entonces y a raíz de la Corrida del Arte de 1964 su figura se emparejó con la de Curro Romero, su amigo del alma. Los mano a mano con el camero proliferaron y en el recuerdo anidan dos en Jerez. Uno en julio de 1975 y otro en mayo de 2000 cuando Rafael, descorazonado, se arrancó la coleta y Curro renunció a salir por la puerta grande para amparar en la hora triste de la impotencia a su amigo.

Toda una época polarizaron el toreo de arte y qué decir de aquel Corpus de 1981 en la Maestranza con tres magos vestidos de verde y oro para que Manolo Vázquez se reencontrase para siempre con su tierra, Curro conservase su aura de torero de Sevilla y Rafael inspirase a Bergamín para aquel portento poético de la música callada del toreo. Y esta hora triste del Día de los Difuntos, descanse en paz el ojito derecho de Juan Belmonte.

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