Ya rueda el balón
Alerta de civilización
La naturaleza es sabia y lista. Se renueva de manera programada en cada estación y es capaz de luchar contra epidemias y malos rollos atmosféricos. Tiene sus catástrofes de vez en cuando pero casi siempre son por culpa de la mano del hombre.
No se puede decir que nuestra civilización sea muy inteligente. Estamos acabando con el planeta, cargándonos la superficie verde, ensuciando los mares y contaminando nuestra atmósfera. Pero no hay forma de explicar lo que se nos pasa por la cabeza para organizar un pitoste de cuidado quemando un matorral, un arbusto o varias hectáreas de bosque.
Hace siglos todo se achacaba a las malas pulgas de los dioses, los misterios de las brujas o las pócimas de los hechiceros. Ahora, podemos adelantar la previsión del tiempo, podemos llegar a saber con días de adelanto la llegada de un frente o de una ola de calor e incluso podemos predecir el tipo de oleaje o el viento que nos despeinará en unos días. Lo que nunca llegaremos a descifrar es la mentalidad de más de uno que anda suelto por el mundo haciendo el mal al entorno.
Tiene que ser difícil para cualquier psiquiatra llegar a hacer un análisis funcional de un pirómano metido a protagonista macabro de una realidad veraniega. Los accidentes ocurren, pero la premeditación de quien lo hace no tiene nombre. O quizás sí. Siempre que lo califiquemos como de escoria humana y que sepamos actuar al respecto.
Más que prevención se trataría de hacer una educación cívica y social para crear mentalidades que sean capaces de ver más allá, con respeto al medio ambiente y con un espíritu positivo en cuanto al futuro del planeta. Mareas verdes que fuesen reales y que tuvieran la fuerza de lograrlo. No se tratarían de siglas políticas sino de alianzas humanas por la cuenta que nos trae.
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