El antiguo Ejido

16 de septiembre 2025 - 03:05

En una de las entradas principales de Jerez por el oeste se abría una amplia zona sin edificar, el Ejido. Distintas construcciones religiosas servían para enmarcar este espacio: la capilla de las Angustias y los conventos de la Santísima Trinidad, los Descalzos y Madre de Dios. Como el propio término indica, este terreno comunal se dedicó de manera especial al pastoreo de rebaños pero cumpliría otras funciones, como cementerio en tiempos de epidemias e incluso mercado de cerdos, lo que justificaría que el gremio de criadores de este animal se llegara a agrupar dentro de la hermandad de San Antón de la vecina iglesia de la Trinidad.

Autores como Aroca Vicenti, Caballero Ragel o Aladro Prieto han estudiado su transformación como ensanche urbanístico de la ciudad, que se produce a partir del último cuarto del siglo XVIII al calor de la pujante industria vinícola. En 1777 comienza a levantarse por el arquitecto Juan Díaz de la Guerra la bodega conocida como Bertemati, que sufrirá ampliaciones en las décadas siguientes, y en 1800 parece que se inicia la de “El Cuadro”. Con ello se va creando un área con un claro sentido bodeguero, aprovechando su estratégico emplazamiento para la venta exterior de nuestro vino por su directa comunicación con el antiguo puerto del Portal. La Desamortización de Mendizábal de 1835 se llevará por delante gran parte de los referidos conventos de los Descalzos y la Trinidad, sobre los que se construirán a mediados del XIX la Bodega Dios Baco y la casa y bodegas de Julián Pemartín, de forma respectiva.

Su ubicación y ese uso vinatero explican que fuera elegido también para la temprana llegada del ferrocarril, con una primera estación instalada allí precisamente en 1854. Ese mismo año, ante las ilusionantes perspectivas que surgían, una calle contigua será bautizada con un nombre evocador, Porvenir.

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