El parqué
Continúan los máximos
El turismo mueve gran parte de nuestra economía en la actualidad. La gente quiere conocer sitios y moverse más que nunca. Con independencia de que la oferta de hoteles y hostales sea la adecuada o no, lo cierto es que lo de los pisos turísticos se está colocando a la cabeza de los problemas derivados de nuestra nueva forma de alejarnos de nuestra vivienda particular y a la vez, dando quebraderos de cabeza a los ayuntamientos y las delegaciones de la consejería correspondiente. Se cruzan los derechos de mucha gente, de muchos bancos malos, de muchos propietarios buenos y de muchos turistas inteligentes que quieren pagar menos por más. Lo malo es que para hacer turismo se necesita lo básico para la supervivencia desde una cama, una ducha, agua y un poco de aire para respirar. Pero claro, como lo necesario es imprescindible, quienes manejan los hilos se aprovechan. Hay pisos que son zulos, casas que son ratoneras y apartamentos que más bien apartan a quienes lo comparten porque no dejan espacio para poder convivir. El piso turístico ha nacido para quedarse y por eso ahora los especuladores y los dueños de locales optan por hacerse promotores de viviendas antes que arriesgarse a otro negocio. Viviendas que, en la mayor parte, son para negociar con ellas, ganar dinero y conseguir réditos. Mientras tanto, la situación de los jóvenes para conseguir su primera vivienda es alarmante. No lo tienen fácil y hay poca oferta a la que puedan acogerse. Es un problema consustancial de nuestra juventud junto al paro, puestos de trabajos precarios, condiciones laborales tercermundistas, mano de obra barata y empleo estacional gracias al propio turismo. Una mentira del sistema que no ayuda en nada a que se independicen. Mientras ellos no pueden acceder a una vivienda, el mundo del alquiler y el negocio turístico haciendo su agosto todos los meses. Alguien debería hacer algo.
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