Alfonso Ussía en Antena 3
Bodegas del XVIII
Hay un lugar poco transitado por propios y extraños donde la arquitectura bodeguera manifiesta rasgos más primitivos. Hay que ir a los confines de la antigua collación de San Marcos para descubrir construcciones ajenas a la llamada pomposamente “bodega-catedral”. Aroca Vicenti en su libro “De la ciudad de Dios a la ciudad de Baco” comenta dos de los ejemplos ubicados en ese entorno. Se trata de la tipología de “bodega-granero”, propia de la naciente industria vinatera del siglo XVIII. La calle Carne ostenta una de ellas. Fue levantada en 1794 por Juan Lacosta, uno de los primeros franceses que se afincan en Jerez atraídos por el pujante negocio del vino. Sus modestas dimensiones y sus dos plantas, con cubierta abovedada la inferior y granero superior, se presentan como características. En el exterior todavía no aparecen elementos neoclásicos como el frontón recto, distintivo del XIX. Muy cerca de allí, en Cocheras, se repite el modelo. Aquí perviven detalles decorativos barrocos en la esquina. De hecho, es algo anterior, de 1776.
Tanto una como otra motivaron quejas de los curas de San Marcos, que veían en la progresiva sustitución de viviendas por bodegas que se estaba gestando entonces una preocupante pérdida de feligreses.
No tenemos datos de un tercer caso situado al lado de la anterior, en la confluencia con Chancillería, hoy sede de la Asociación de Belenistas. Su reducida altura y el concepto barroco de su fachada principal, con su movido remate y cuidada esquina, nos hablan de una cronología similar. Con todo, se apuesta por un solo cuerpo y cubierta de madera a dos aguas, modalidad que terminará triunfando más tarde.
En tan escaso espacio, por tanto, tres muestras tempranas de nuestra más genuina arquitectura. Tres antiguas bodegas que, si bien perdieron su función original, han llegado a nosotros casi intactas.
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