Menudo curso de incertidumbre y llamas
En quien confiamos
Obituario
En esta sociedad llena de mediocres, incapaces de ver más allá de lo que les permite su sempiterna miopía, existen, afortunadamente, unos pocos que son la referencia para saber que, además de ellos -los mediocres-, hay un grupo, cada vez menos numeroso, que son portadores de unos valores que aquellos no conocen, no les importan y, además, consideran que son argumentaciones pasadas y erróneas. Son los valedores de la sabiduría, del rigor, del saber estar, del señorío, de la seriedad, del carácter, de la bondad, de la honradez; en definitiva, de todo cuanto se echa en falta en estos momentos donde se está inmerso en un proceso acuciante de falta de identidad. Los que poco tienen que ofertar vociferan sus pobres mercancías anhelando escuchas imposibles; los pontificadores de la nada argumentan sus vacuas ideas con mensajes de nula inteligencia; los esquivos gobernantes sacian su ansia de poder amparados en espurias ofertas que no se las creen ni ellos mismos; los que se dicen abanderados de algo no saben ni el color de su propia existencia; los cofrades sin espíritu pasean sus ídolos envueltos en brumosas nubes de apestoso incienso; los que de nada saben formulan premisas vacías de contenido, escritas en renglones invisibles y de sintaxis errónea; los que sacan pecho incuban males de dudosa curación... y, así, una interminable retahíla donde se esconden los prohombres de esta sociedad en claro cuestionamiento. Menos mal que existen, todavía, promotores del rigor, de la entidad y de lo trascendente. Andrés, tú eras el principal exponente de ese grupo tan escaso y tan necesario; la esencia perpetua de la bonhomía, ese hombre íntegro y bueno en quien muchos confiamos. Por siempre, amigo.
También te puede interesar