Vámonos a hacer pascuas
Creo razonablemente
En una buena tertulia de ateos, nada mejor que una conversación sobre Dios; porque su inexistencia se hace tan patente como la existencia misma. Del ser humano, nada tan contumaz como la religión. In illo tempore. Hic et nunc. Semper.
Tenía un amigo ateo que así que me veía me daba la vara con Dios; hasta que dejé de hacerle caso y comenzó a creer por su cuenta ¡alabado sea Dios! Debe ser que se hace más evidente a los negacionistas de tanto afirmarlo con su negación. Los extremos de la razón y la creencia se terminan tocando la punta de los dedos. Ninguna de las dos tiene la fórmula clara ni la comprobación exacta; de tal guisa, anda la duda queriéndose llevar el gato al agua. El deseo de sentido tiene sentido, el ansia de eternidad quiere algo más que finitud, el hombre aspira a reconstruir el polvo del crematorio.
Que no tengamos evidencia visual de lo Eterno no quiere decir que no exista, y que al Totalmente Otro lo queramos representar según nuestras categorías tiene cierta lógica mundana, por más que no consigamos definirlo en modo alguno; como tampoco se puede concluir que es un invento, que dicen quienes aplican una hermenéutica científica a lo que tiene otra catalogación de razonamiento diferente.
El método científico tiene sus reglas y toda conclusión fuera de aquellas no puede verificar la existencia o no de lo que supera su propia metodología. Llega hasta donde llega, ni afirma ni niega; toda otra consideración negacionista sobre la existencia de Dios es un contradiós. La burla cínica hacia la creencia de los creyentes de quienes se sitúan por encima del bien y del mal con supuestos argumentos científicos no aporta sino ignorancia, o quizá el deseo de encontrar a un Dios verdadero que ciegue el vacío al que se sienten avocados o insatisfechos.
Mis respetos a quienes callan por falta de argumentos; pero mi repulsa a quienes utilizan falacias para denostar a quienes creen con la lógica del corazón. Corazón y razón, he ahí dos argumentos de método diferente e igualmente respetables, que diría Pascal. Que Auguste Comte diga que el pensamiento científico ha superado al mítico y al filosófico es tan discutible como inexacto.
Cada pensamiento tiene su propio camino y nada tiene que ver con la anulación de los mismos y sí con la integración de todos. Métodos diferentes de acceso a la verdad, no excluyentes. Es cierto que los hombres, en su intento de entender a Dios, lo han culturalizado a su entender, manipulado incluso, con categorías antropomórficas y finitas. Lo han dibujado a su forma ¿Y qué? ¿Le quita valor al intento de quererlo encontrar? Ni los antiguos eran tan tontos, ni los modernos hemos llegado al sumun del pensamiento global.
La creación de los dioses responde a la búsqueda de la verdad Universal, no al gusto de engañar a nadie, por más que lo hayan hecho. La historia ha ido purificando la idea de Dios, como lo sigue haciendo ahora, no contra la ciencia sino en búsqueda conjunta por la verdad. Ciencia y fe, ambas en el mismo camino de plenitud de la humanidad.
Nietzsche mató a Dios con razón. Como razón tienen quienes eliminan la falsedad. La falsedad, no al Dios verdadero. De la muerte del Dios de Nietzsche no se deduce la prueba de su inexistencia ni la validez del ateísmo. Las luchas de los pueblos entre sí por la preponderancia de su religión, no anula el deseo verdadero por un Dios creador, salvífico y verdadero ¿Puede el error de los hombres en su intento de manipular a Dios justificar la opción por el ateísmo? Quien así piensa queda muy corto en su razonamiento existencial.
La duda metódica es más aconsejable que la conclusión dogmática en todos los sentidos: tanto de la razonabilidad de la existencia como de la inexistencia no comprobables. Mis respetos a quienes deciden creer como a los que no; en ningún modo la burla cínica hacia ninguno.
Me considero creyente por decisión y no por conclusión: mi fe se debe a una decisión razonable más que a una conclusión racional, que sería tan imposible como el concluir con la prueba de la inexistencia de Dios. Ni una ni otra. No pretendo un saber que me sobrepasa, pero decido razonablemente el saber que configura el sentido, que no es poco. La fascinación que me produce la búsqueda de la existencia de Dios va pareja al interés que me produce la contrarréplica. Ambas tienen un camino convergente y complementario, en modo alguno de enemistad sino de suma adicional a la búsqueda de una verdad sustentadora.
Pienso con San Anselmo en que lo más grandemente pensado es prueba de una existencia conceptual. No puede ser pensado algo que no existe. Como diría Kant, es un argumento ontológico. Es verdad que Santo Tomás expuso argumentos causales, acordes con la realidad, que, junto con Buenaventura, Duns Escoto, Descartes, Leibniz, Kant, Hegel, Brentano, etc., aunque tampoco sean concluyentes, tantean, sin embargo, el proceso racional del saber, como la ciencia quiere: ¿causa primera? ¿motor inmóvil? ¿explosión originaria?... desde donde poderse uno asir para no quedar suspendido en la nada.
El principal combate se resume en la lucha entre aquellos que buscan la verdad por encima de cualquier otra consideración y los que intentan pintar como verdad lo que han elegido previamente. A Robinson Crusoe le salva un coco; los australopitecus, construyen un mono; los arameos, un becerro; yo, creo en un hombre resucitado. Quizá no sea mucho, pero me resulta razonablemente aceptable, por más que la validez o no validez de las pruebas se hayan ido complicando con el paso de los siglos. Si es posible que Dios exista, entonces Dios existe. Por supuesto sin cinismo
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