Murió Antonio Escohotado. Con él se va uno de los pensadores más lúcidos de nuestro tiempo. Algunos medios han destacado de su obra intelectual la conocida Historia General de las Drogas aunque sin duda su gran aportación es una historia moral de la propiedad que Dragó quiso llamar crítica de la razón roja y que el filósofo terminó por llamar "Los enemigos del comercio". El trayecto vital que algunos- muy pocos, ente ellos Escohotado- han hecho desde el comunismo a posiciones liberales requiere más valor y coraje que el camino inverso- más transitado y mejor visto-, porque el primero supone ir a contracorriente del poder establecido, senda siempre incómoda y desagradecida, mientras el segundo solo exige adaptarse al viento que mejor sopla, opción más sosegada y menos comprometida. La tarea que aborda el filósofo es inmensa por la inexplicable buena salud y prestigio que aún tiene el viejo progresismo al autoproclamarse defensor de los más vulnerables, adalid de un igualitarismo que a la postre solo trae pobreza. Una sociedad basada en la libre voluntad de los individuos para el intercambio de bienes y derechos, el sagrado respeto a la propiedad privada y al Derecho de la Persona, es la que ha traído cotas de prosperidad inéditas en nuestra historia. Con todos los fallos y desviaciones que se quiera, ninguna otra ideología o construcción teórica puesta en práctica ha sido tan eficaz como la de la libertad del individuo para que mediante el comercio pueda prosperar, ninguna otra permite esta movilidad o ascensor social, la autoafirmación del individuo frente a la masa. En este Occidente acomplejado de sus logros, la palabra de Escohotado permanece tras su muerte en una obra escrita que debería ser de lectura obligatoria en el colegio y universidad. Aquí estamos a otra cosa, a pasar de curso con suspensos.

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