Planteemos el dilema: actualmente el dinero líquido se lo tenemos prestado a la banca (depósitos). Y eso conlleva un riesgo: el banco podría incumplirnos, por mucho que cuente con respaldo público. La alternativa, tenerlo en billetes físicos en casa, no parece buena idea. Pero podríamos tenerlo en euros digitales si estos se ponen en marcha: serían tan fáciles, o más, de utilizar que el dinero bancario y completamente seguro, por el respaldo total del banco central. En este caso, a la banca se le plantearía un problemón enorme porque los depósitos constituyen su principal fuente de financiación.
Este peligroso aspecto del euro digital fue abordado hace unos días por Fabio Panetta, miembro del Comité Ejecutivo del BCE, ante la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios del Parlamento Europeo. Defendió que cualquier consecuencia indeseable tanto en tiempos normales como en tiempos de estrés financiero debe minimizarse de antemano. La solución: diseñar el euro digital con características que eviten que se utilice como una forma de inversión y no únicamente como un medio de pago (léase, que no haya una fuga masiva del dinero de los depósitos al euro digital)
¿Cómo? Primero, imponiendo límites cuantitativos a las tenencias individuales. Segundo, desincentivando su uso como forma de inversión mediante la aplicación de una penalización por encima de un cierto umbral. "Tenemos la intención de incorporar ambos tipos de herramientas (límites y penalización escalonada) en el diseño de un euro digital", declaró Panetta, aclarando que decidirán cómo combinarlos y calibrarlos cuando se esté más cerca de la posible puesta en marcha.
Los análisis preliminares apuntan a que las tenencias totales de euros digitales entre un billón y un billón y medio evitaría efectos negativos para el sistema financiero. Esta cantidad es similar a las tenencias actuales de billetes en circulación. Dado que la población de la zona del euro es actualmente de alrededor de 340 millones, esto permitiría tener alrededor de 3.000 a 4.000 euros digitales per cápita. En un momento posterior podrían cambiar las cosas. Panetta afirmó que estas dos características pueden ser dinámicas, esto es, pueden reelaborarse desde su inicio, ajustándolas de forma prudente en función de la experiencia y la aceptación del euro digital a lo largo del tiempo.
El proyecto del euro digital es absolutamente necesario. La soberanía y primacía del euro están en juego. Amenazan las criptomonedas, las stablescoins y otras monedas digitales soberanas. Tampoco se puede dar la espalda a la importantísima mejoría que supondría para la eficiencia en los pagos. Pero la banca no goza de la solvencia y confianza suficientes como para enfrentar esta innovación financiera sin problemas, compensando el escape de los depósitos con otras vías de financiación o volviendo atractiva su remuneración para retenerlos. No hay otra alternativa que programar una introducción gradual del euro digital y castrar esta innovación, dejándola de momento sólo como una aplicación digital pública de medio de pago. El enorme potencial disruptivo del euro digital para alumbrar un sistema financiero mejor tendrá que esperar. Gana la banca.
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