León XIV

29 de mayo 2025 - 03:05

La decisión del cardenal Prevost de imponerse el nombre papal de León ha resultado para muchos católicos una sorpresa tan inesperada como agradable. No pocos especulaban aquellos días con Juan, con Pablo, o con su secuela combinada, pero quizá hubiese representado una vinculación más afectiva que doctrinal con el último concilio de la que ya quizá no participe una mayoría de católicos, y probablemente tampoco los clérigos de su generación. Por otra parte, haberse hecho llamar Benedicto XVII o Francisco II habría despertado sentimientos de profundo entusiasmo en unos y preocupación en otros. La opción de echar la mirada atrás y elegir entre los Píos, Urbanos, Clementes, Inocencios, Gregorios… o Leones parecía la más sensata, pero eso es fácil decirlo ahora que ya lo sabemos.

Sin embargo, optar por León tampoco resultaba fácil, produce vibraciones (de tímpano) que suenan a fiereza, a cruzada, a heráldica y a rey, realidades todas que evocan altísimos ideales, pero que no son los que el mundo moderno valore al alza, de ahí que su elección por parte del cardenal Prevost diga mucho y bien respecto de su propia personalidad e independencia. Nomen omen.

¿Pero por qué León y no otro nombre de entre los tradicionalmente disponibles? Misteriosamente, el flamante pontífice ha decidido mantener in pectore parte de esas razones, como de soslayo manifestó en su discurso a los cardenales el pasado día diez: -Diverse sono le ragioni… Especulativamente podríamos remontar una de esas razones hasta San León y su épico episodio de la detención de Atila, de ecos profundamente evocadores. La escena, desde luego no puede ser ajena para quien, primero como padre agustino y más recientemente como cardenal, había vivido tantos años en Roma. Necesariamente, Prevost habrá reparado más de una vez en el monumental altar de Algardi que lo representa en la Basílica Vaticana, y también en el fresco de Rafael de la antigua sala de audiencias privadas del Palacio Apostólico (hoy Stanza di Eliodoro).

Aun así, más allá de las conjeturas, la única de las razones que el Papa ha querido revelar -y que ha señalado como principal- es su voluntad de que la Iglesia ofrezca al mundo el rico legado de su doctrina social, inspirada en la encíclica Rerum novarum de León XIII. Un texto tantas veces citado como escasamente leído, pero que, por su enfoque clásico y profundamente cristiano de la cuestión social, puede convertirse en una brújula segura ante los desafíos contemporáneos en este campo. Poco más ha trascendido, por ahora, sobre cómo León XIV planea afrontar dichos retos, pero las primeras decisiones de gobierno que se han conocido -de generosidad salarial hacia los empleados vaticanos y de austeridad propia con la supresión de la residencia papal en Santa Marta- sugieren una intención clara de predicar con el ejemplo. No parece un mal comienzo.

stats