Los malos usos en las viñas jerezanas son constantes. Ahora permanecen en la brecha los pequeños viticultores del pago de Macharnudo y aledaños por la instalación del parque eólico que pretenden instalar entre sus viñas. Es el colmo para una tierra que más que apostar por ella, guardando su patrimonio paisajístico de viñas, lagares y casas de viña, se está echando a perder poco a poco. Pero no solo por este proyecto amparado dicho sea de paso por el Ayuntamiento de Jerez quien ha concedido licencia para el mismo, sino por todas las desgracias que sufre el viñedo jerezano que hace unos 50 años disfrutaba de un aspecto mucho mejor al actual.

En este sentido, hemos involucionado, dando pasos atrás como los crustáceos que se encuentran fosilizados en la tierra albariza jerezana, tan rica para el cultivo de la vid. Es momento de parar y reflexionar. Y entonar un 'basta ya'. Hay que volver a poner en valor el viñedo. Al que se le ha perdido el respeto que tuvo hace ya demasiados años. Dándole fuerza en primer lugar a la viña, como parte fundamental de la historia de nuestra ciudad desde la época de la Reconquista por Alfonso X el Sabio. Haciendo que la cepa merezca la pena, pagando un precio justo por la uva, dejando atrás el precio por kilo de la misma. Apostando por el campo y la vid, ante la llegada del olivo y el almendro, que si bien es un trabajo que a su vez crea riqueza en el campo, no es nuestra verdadera seña de identidad.

No podemos permitir que arrancar el viñedo sea tan barato. O al menos más rentable que plantarlo. La apuesta ha de ser firme. Innovar sin perder de vista el pasado y la tradición. Porque eso es el jerez, ni más ni menos. Jerez, conocida por sus vinos generosos, tierra de grandes Pagos de albariza de primerísima calidad, donde nace la uva de los mejores vinos del mundo. Jerez es pasión y amor a un vino único desde su origen: la viña. Un paraje que estamos estropeando poco a poco. Y que como sigamos despreciando, en unos años será demasiado tarde para volver atrás.