Alfonso Ussía en Antena 3
Manecillas teledirigidas
La verdad es que nos sentimos engañados. Porque ahora resulta que lo del cambio de hora en medio mundo no está demostrado que sea una buena medida e incluso se habla de que es contraproducente y que no ha tenido sentido durante varias décadas. O hemos estado locos todos estos años o vamos a empezar a estarlo a partir de ahora, porque las horas que hemos perdido o las que hemos adelantado sin tener que hacerlo, ya no la recuperaremos por mucho que queramos.
Es curioso que las razones que, explicaban la medida, ahora están llenas de contradicciones y de razones enfrentadas. Que si los objetivos meteorológicos esgrimidos para llevarla a cabo estaban mal redactados, que si los criterios de las sociedades occidentales empoderadas como dueños del manejo de los meridianos de manera artificial estaban mal planificados y sobre todo muy mal estudiados. Es duro tener que aceptar la realidad. Desde chiquititos viendo a nuestros abuelos, o nuestros padres enredados en la duda de no saber si subir o bajar las manecillas, de girar hacia la izquierda o la derecha o hacia delante o detrás, sufriendo las rarezas durante varios días y un poco desorientados en las primeras mañanas o tardes después de tener costumbres ya de varios meses.
Nosotros mismos, años y años, teniendo que cambiar manualmente los relojes analógicos y no creyendo que los nuevos aparatos sean capaces de cambiar de hora por sí solos y, para colmo, tener que lidiar con las consecuencias neurológicas sobre el cerebro a pesar de justificar la medida en base a las horas de luz, el ahorro energético y el futuro del planeta. Más que engañados, embobados. Porque así nos tratan, como bobos que siguen el rebaño o la manada sin criterio alguno para pensar. Como relojes impávidos que no se tienen en cuenta ni se observan, sino solo para, cual muñecos de trapo, cambiarles las manecillas dos veces al año, con nocturnidad, alevosía y, según parece, con una muy alta falta de criterio.
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