Ya rueda el balón
Palabras como avispas, o la nueva novela de Ignacio Arrabal
Desde que el 26 de mayo de 2024 muriera su padre, el escritor Ignacio Arrabal ha pasado un año, en medio de la asunción de la pérdida y del duelo, guiado por el convencimiento de que le debía una última seña de amor. Y esta ha sido ‘Cada uno de los días’, título de su última novela, publicada por Rhode Island en julio de 2025, donde convierte aquel trance real en materia de ficción. Parte de los veintiún días que su padre estuvo hospitalizado para levantar un relato sobre la condición de ser hijo y la confusión de emociones que conlleva la ausencia definitiva de un ser determinante en nuestras vidas.
Ignacio Arrabal entrelaza anécdotas y episodios del devenir del padre —el nacimiento en Málaga, las navegaciones por el mundo como marino, las andanzas por varias ciudades, el asentamiento en Sanlúcar de Barrameda, la afición al boxeo, etc.— para conducirnos al ámbito de nuestra propia memoria y familia. ¿Qué sabemos, en realidad, de nuestros padres? ¿Qué saben nuestros hijos de gran parte de nuestros pasos?
Estas preguntas merodean el ánimo del protagonista mientras deambula por la sala de espera del hospital y a ellas se enfrenta tras la muerte del padre por medio de la escritura. El autor nos hace partícipe de ese proceso, desde la angustia inicial al bálsamo final que supone poner por escrito lo vivido, en una suerte de narración metaliteraria que avanza en paralelo a la misma relación paternofilial.
De modo que lo anecdótico sirve tanto para plantear el poder cicatrizante y curativo de la palabra como para invitarnos a pensar en el pudor, la culpa, la responsabilidad, la complicidad, el afecto, el miedo, el remordimiento, la duda y un sinfín de sentimientos y comportamientos a los que la vida nos empuja. Ignacio Arrabal nos zarandea en el campo de las emociones, y lo hace con la prevención de alejarse de la sensiblería, de abordar el ser emocional que formamos con contención sentimental y reflexiva.
Muchos de nosotros hemos vivido o viviremos la inquietud del protagonista: ¿cómo transmitirle a un padre moribundo que lo queremos y cómo decirle que se entregue a la muerte tranquilo porque hizo por nosotros todo el bien que pudo? Y ese afán genera apuntes sublimes y consideraciones generales sobre el amor y la muerte, la orfandad y la desolación, el recuerdo de lo compartido y el anhelo de lo que ya nunca se podrá compartir.
Estamos, pues, ante una historia que arranca de la confesión de amor de un hijo a un padre y que se sostiene en una búsqueda: la parte que desconocemos de la vida de nuestros seres queridos. ‘Cada uno de los días’ plantea el misterio que todos somos y que solo importa a los demás, si llega a importar, en el momento de la muerte. Así que esta novela, de factura lírica, nos lleva a los recovecos de nuestras propias existencias, los secretos de nuestras familias y los pilares de nuestra identidad.
Sus páginas se convierten en avispas en nuestro interior, porque, por encima del efecto terapéutico que a Ignacio Arrabal le ha supuesto escribir de esa experiencia personal de signo traumático, uno de los méritos de su obra se ciñe al valor universal que alcanzan lo contado y lo meditado. Todos nos reconocemos en el dolor y el amor que contiene ‘Cada uno de los días’.
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