Ya rueda el balón
Está pasando: mejor destruir Jerez
La crítica como hábito político va teniendo sus efectos y consecuencias en la tierra de Jerez de la Frontera, nuestro ‘cainita’ pueblo. Asistimos a un extremo y lamentable panorama político actual, tanto a nivel nacional con las ‘koldadas’ y sus derivados que llegan al tuétano del debilitadísimo Gobierno de España como al ámbito local, donde la tendencia de los partidos –unos más que otros– y personajillos constantes y muy trabajadores, eso sí, más parecidos a un marmolillo o adoquín que a otra cosa que hacer ruido y buscar confrontación. Más allá de lo que debería ser el sano debate democrático, en muchas ocasiones observamos cómo es la confrontación y la descalificación las que priman sobre el espíritu constructivo y la formulación de propuestas. Un ejemplo cercano de este fenómeno es lo observado en Jerez con episodios recientes protagonizados por figuras políticas que no saben hacer otra cosa que pedir dimisiones y señalar fallos o posibles fallos. Como si fuera algo que en su partido no ocurriera habitualmente. Mientras unos protegen los intereses generales y a los trabajadores que por un error no lo van a ‘crucificar’, otros atacan sin pudor ni propuesta. Haciendo el juego a aquél mensajero que guarda en su intención el interés espurio del derribo por interés propio…
La crítica es necesaria en democracia; permite el control mutuo entre partidos, el escrutinio público y la corrección de errores. Sin embargo, existe una delgadísima línea entre la crítica constructiva –aquella que señala una carencia y acompaña sugerencias de mejora– y la destructiva, que se limita a señalar lo negativo del adversario sin ofrecer alternativas viables. En el caso de Jerez, la petición repetida de dimisiones, tanto a gestores como a la oposición, la utilización de escenarios e instituciones de la cultura que en vez de ataques necesita apoyo alejado de la confrontación, así como acusaciones sobre la falta de información en eventos clave, ilustran un enfoque eminentemente negativo.
Este tipo de dinámica provoca varias consecuencias negativas para la ciudad y el funcionamiento institucional: Desgaste de la confianza ciudadana pues cuando el debate político se reduce a la crítica sin aportaciones, los ciudadanos perciben que los intereses partidistas están por encima de las necesidades comunes. Parálisis institucional provocando que el clima de enfrentamiento constante dificulta los consensos y el trabajo conjunto, lo que puede retrasar iniciativas o bloquear la gestión de proyectos fundamentales para la ciudad donde Caín tiene domicilio social. Y por otro lado genera despistes –¿verdad Begoña?– de la agenda pública y protocolaria en la que asuntos importantes quedan en segundo plano por la polémica, y la sociedad pierde de vista las propuestas de fondo que pueden mejorar la calidad de vida en Jerez.
Acusar a la oposición o pedir dimisiones de forma reiterada –sin aportar pruebas sólidas o alternativas claras– puede convertirse en un espectáculo político que refuerza el desencanto. El ejemplo de la supuesta falta de información, muestra cómo se busca generar alarma y crispación artificial en vez de contribuir a la solución de posibles problemas. La idea debería ser retomar el valor de la propuesta. Jerez necesita líderes y partidos capaces de ejercer una oposición vigilante pero responsable, sin rehuir la denuncia pero primando la propuesta. La política debe recuperar la vocación de servicio y la orientación al bien común. Criticar sin construir es, en última instancia, una forma de destruir. Solo a través del diálogo, la autocrítica y la presentación de programas concretos podrá superarse el actual empobrecimiento del debate político y devolver la confianza ciudadana en sus instituciones. En definitiva, la política de la crítica sistemática y destructiva merma la calidad democrática y frena el desarrollo de ciudades como la nuestra Jerez. Recuperar la política de la propuesta es una tarea pendiente que requiere autocrítica y generosidad por parte de todos los actores y actrices…. Y vaya usté condió
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