La botella que define al jerez
Planificar no basta para legitimar la transición energética en Jerez
El pasado 10 junio se presentó el Avance del Plan Especial de Energías Renovables de Jerez, un documento urbanístico con el que se pretende ordenar la implantación de proyectos de energías renovables fuera de las zonas urbanas, en el suelo rústico. Cuando se apruebe, Jerez se situará en el pelotón de cabeza de los municipios españoles que han decidido poner racionalidad y criterio territorial y paisajístico para ordenar una actividad que ahora se desarrolla de manera desaforada y sin planificación.
El Plan viene a dar respuesta a la fuerte presión a la que está sometido el medio rural de Jerez a causa de las renovables. Como ya apuntó el Diario de Jerez, Jerez es ya el segundo término municipal con mayor potencia de renovable de España y esto ha generado una importante controversia social. Así, es en este escenario donde el Plan debería funcionar no solo como un instrumento técnico sino también como un mecanismo de conciliación social, y ahí, queda mucho camino por andar.
Preguntado por los mecanismos de participación, comunicación y divulgación del proceso de elaboración del Plan, Manuel González Fustegueras, director de este, respondió que, una vez aprobado, esa tarea correspondería al Ayuntamiento, argumentando únicamente que él actúa como técnico. Respuesta en exceso simple, si tenemos en cuenta la dimensión del urbanismo social que necesitamos aplicar especialmente en este tipo de trabajos tan sensibles. En el contexto de un territorio saturado de iniciativas renovables, el rigor técnico debería complementarse con transparencia, comunicación y participación. Al fin y al cabo, cuando trabajamos para la administración, en última instancia lo hacemos para la sociedad.
Sin que hubiera oportunidad para discutir acerca de esta cuestión, el debate se zanjó sin más y de repente fue para mí como un déjà vu. De nuevo estaba viendo algo que es muy habitual en la planificación de lo público y es una gran paradoja; planificamos para la sociedad pero no con las personas.
Si los mecanismos de información del Plan se reducen a una sesión unidireccional sin estrategia divulgativa y la participación a pedir a la gente que se lea un documento y haga aportaciones, observaciones y sugerencias, se corre el riesgo de repetir una práctica común en el planeamiento, ofrecer información sin asegurarnos que va a ser entendida. El lenguaje técnico y los mapas, imprescindibles para el análisis, deben interpretarse para hacerlos accesibles: visores cartográficos, infografías, comparativas visuales, glosarios, espacios educativos… Herramientas que permitan a la ciudadanía identificar, por ejemplo, qué áreas de su entorno pueden verse afectadas y cómo. Gestionar el paso del “avance” a la “aprobación inicial” sin este puente comunicativo, podría aumentar la indiferencia ante lo público.
El Plan parece técnicamente muy riguroso y puede tener muy buenas propuestas, pero no asegura legitimidad si no se acompaña de una estrategia que involucre a la ciudadanía y los actores implicados. Gestionar la percepción y el entendimiento de la población es parte esencial de la gobernanza democrática y técnica y del urbanismo social.
Un Plan con fuerte impacto social nos exige a los técnicos, junto a las administraciones, actuar como garantes no solo de la coherencia normativa, sino también de la comprensión ciudadana y legitimidad local. Planificar no basta: hay que comunicar y participar para que el mapa que hoy aparece en pantalla no se convierta mañana en foco de desconfianza.
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