De manera habitual intento en este rincón dar a conocer o, al menos, redescubrir los más dispares elementos de nuestro patrimonio. En el campo de la arquitectura, han pasado por aquí en estos casi once años múltiples ejemplares de edificios históricos, desde los más célebres a los menos conocidos, cada uno con una particularidad o trasfondo.

En esta ocasión les sugiero un itinerario alternativo por tres siglos de portadas civiles que difícilmente se incluirían y explicarían en rutas turísticas o culturales, omitidas por sus ubicaciones recónditas o por formar parte de fachadas de escasa monumentalidad o muy transformadas.

El recorrido puede tener carácter cronológico o no, según decidamos primar la evolución de los estilos o el más cómodo desplazamiento por la ciudad. Vamos a intentar combinar ambas posibilidades

Un hipotético comienzo se situaría en la calle Siete Revueltas, detrás de San Juan de los Caballeros, en la trasera del convento de Santa María de Gracia. Allí tenemos una muestra muy primitiva, y mal conservada, de portada de tradición medieval, de finales del XV o muy principios del XVI, con enmarque de baquetones a modo de alfiz y dovelas engatilladas sobre el dintel. Se trataría del único resto de la casa de la fundadora de dicho cenobio agustino, Francisca de Trujillo.

Muy cerca de allí, en las calles Canto y Vid pueden vislumbrarse debajo de gruesas capas de cal dos portadas cercanas en el tiempo, aunque más sencillas. Con el Renacimiento se introduce un lenguaje arquitectónico de origen grecolatino que ya a finales del Quinientos se usará con gran libertad.

En este sentido, frente al peso todavía muy clasicista del vecino palacio de los Morla-Melgarejo, en la plaza de San Juan la conocida como “Casa de las Piedras Negras” nos habla del juego manierista, mediante incrustaciones y omisión de soportes.

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