Análisis

Gumersindo Ruiz

Un propósito para la educación

Ala Junta de Andalucía le preocupa la educación en lengua y matemáticas, pues los alumnos andaluces son habitualmente los últimos en el Informe PISA. Se refleja también en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, donde según el Informe del Consejo General de Economistas, Observatorio de la Agenda 2030 y ODS, 2022, Andalucía es la peor valorada en sostenibilidad, arrastrada por la educación, el paro, la pobreza y la desigualdad. No vamos a aguar la fiesta de hoy, pero como a Maiakovski a quién "la barca del amor se (le) estrelló / contra la vida cotidiana", los buenos propósitos de nuestros gobernantes de crear expectativas felices con éxitos anecdóticos chocan con la impertinente tozudez de las estadísticas sistemáticas.

Todas las personas sensibles insisten en la educación, pero ésta debe tener un propósito, como señalan Unesco, UNICEF, World Bank y OCDE en Learning Recovery & Education Transformation una iniciativa conjunta por la educación pública, que Emily Markovich y Ghulam O. Oarghu de la Brookings, sintetizan así: Primero, la educación tiene un papel para el progreso tecnológico y económico; pero también, segundo, para asumir a través del conocimiento un compromiso cívico y con derechos humanos que van más allá del ámbito local; tercero, la educación es una liberación personal y la formación de una conciencia crítica. Además, cuarto, según mostraron el premio Nobel Amartya Sen y Martha Nussbaum (ver A. Sen: La idea de la justicia, Taurus), la educación más práctica es poner los medios para ampliar las capacidades de cada una de las personas y su bienestar concreto, frente a la idea genérica de que la educación producirá crecimiento económico y repartirá bienestar. Y quinto, un propósito de la educación es la elevación cultural y espiritual, que va desde una percepción propia de la sexualidad, a la historia y memoria colectiva. Mejorar en lenguaje o matemáticas dependerá de la capacidad innata de cada uno, la familia, y la posición social: hay alumnos que no tienen incentivos, o porque ya tienen mucho en la vida, o porque esperan poco de ella, por eso la enseñanza es más efectiva si el esfuerzo que se pide sigue a un propósito, y se hace en un contexto social donde la educación traiga consigo expectativas razonables de acceder en el futuro a una ocupación bien remunerada y a una vivienda.

Hoy es un día de celebración, sin duda, pero también de echar cuentas, y más allá de palabras hueras, buscar en nuestra historia la ambición de propósito que ahora falta. No deja de ser paradójico que uno de los sistemas educativos más progresistas -aún hoy nos asombra-, surgió en Andalucía con el rondeño Francisco Giner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza, proyecto de modernidad que con tantos otros enterró la guerra. Maestro de la educación interior, Antonio Machado decía de él que: "Como todos los grandes andaluces era la antítesis de lo hiperbólico, convencido de ser, desdeñaba aparentar". Y un día, también a finales de febrero, le escribió estos versos desde Baeza: "¿Murió? Sólo sabemos/ que se nos fue por una senda clara,/ diciéndonos: Hacedme/ un duelo de labores y esperanzas./Lleva quien deja y vive el que ha vivido/ ¡Yunques sonad, enmudeced campanas!".

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