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Quousque tandem abutere
Tribuna libre
En un país que debería estar avanzando unido hacia los importantes retos del futuro, resulta preocupante observar cómo ciertas decisiones políticas parecen más enfocadas en reabrir viejas heridas del pasado que en construir un ilusionante proyecto común e integrador. Los reiterados esfuerzos del presidente del Gobierno y su entorno para reinterpretar la historia desde el rencor nos obliga a reflexionar como ciudadanos.
La celebración de la muerte hace cincuenta años de Franco, ¿busca realmente el progreso e interés social o es una mera estrategia para desviar la atención de problemas más urgentes? No todo vale en política, y mucho menos cuando el precio es reavivar debates dolorosos, que parecían ya superados por el consenso y el propio paso del tiempo.
Un grupo de intelectuales, políticos, periodistas y artistas ha hecho público un Manifiesto titulado “Contra Franco. La Constitución es la única celebración posible”. Más allá de su mejorable título, este documento recoge una idea esencial: nuestro marco democrático, construido sobre el espíritu de la reconciliación, no debe ser utilizado como herramienta para dividirnos nuevamente.
En el mismo, se hace referencia al discurso de quien fuera Presidente de la República, Manuel Azaña, que en el año 1938 y en pleno contexto de una España rota por la guerra civil y ya casi perdida por parte de los republicanos, pronunciaba un mensaje de esperanza y reconciliación: “Paz, piedad, perdón”. Estas palabras, lejos de perder vigencia, debieran representar hoy el camino a recorrer: el de la convivencia, el respeto y la mirada al futuro.
Es preocupante que, casi 90 años después, algunas iniciativas políticas estén tan en contradicción con dicho espíritu. Más que nunca, necesitamos líderes que apuesten por unir y no por dividir, por construir y no por demoler. Como ciudadano preocupado por la deriva de la actual situación, manifiesto mi apoyo al mensaje de este Manifiesto y felicito a sus promotores por recordarnos que los valores democráticos -y no el sectarismo y el rencor- deben estar siempre en el centro de nuestras decisiones colectivas. La historia nos enseña que los excesos de la política siempre terminan erosionando la confianza y los intereses de todos los ciudadanos.
Cicerón manifestó, hace ya más de dos mil años, en uno de sus famosos discursos ante el Senado romano: “Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?”
¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia? ¿Hasta cuándo esta locura tuya seguirá riéndose de nosotros? ¿Cuándo acabará esta desenfrenada osadía tuya?
Estas preguntas siguen siendo válidas hoy en día y deberían servir para exigir responsabilidad y altura de miras a quienes nos gobiernan.
Aunque no seamos noticia por no llamar suficientemente la atención con comportamientos incívicos, estoy seguro de que somos millones los españoles silenciosos que estamos hartos, por decirlo en términos educados, de los insultos a la inteligencia con que nos viene obsequiando el presidente de este Gobierno y sus habituales corifeos.
Es momento de construir un país donde las diferencias nos enriquezcan y no nos separen, y en donde las políticas de confrontación den paso al diálogo. Ese es el verdadero legado que deberíamos dejar para las generaciones futuras.
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