Alfonso Ussía en Antena 3
El relato
La lengua estructurada apareció con el homo sapiens hará unos 150.000 años, pero como no estaba Koldo con la grabadora para atestiguarlo, dejémoslo en el plano de la leyenda.
Hablar varias lenguas ha sido signo de erudición y herramienta favorecedora de las relaciones humanas y laborales. En breve, gracias a la inteligencia artificial, nos facilitarán una especie de micrófono al que hablaremos en español, pero emitirá en el idioma que nos apetezca, incluso en las lenguas cooficiales. Ya no habrá más torres de Babel, porque nos entenderemos todos, aunque sigamos sin comprendernos.
Pero, incluso cuando llegue ese entendimiento global y mágico, el lenguaje nunca será neutral. El que denomina domina y no resulta indiferente llamar a las cosas de una u otra forma. El uso del lenguaje ejerce relaciones de poder.
Vivimos en un ambiente crispado por posturas maniqueas, de lo blanco o lo negro, del rojo o el azul. La falsa idea estar conmigo o estar contra mí. Estos enfrentamientos, inicialmente dialécticos, terminan por ser físicos. Con el tiempo podrán llegar a ser contiendas armadas. Ya las hubo en el pasado y siempre las habrá. En este escenario, dominar el lenguaje resulta imprescindible para controlar el relato. Tan importante puede llegar a ser el relato, que todo un fiscal general del Estado, ha tirado su carrera profesional por el sumidero del retrete, por tal de dominar un relato que se le ha vuelto en contra.
Hemos visto manifestaciones en universidades en las que grupos violentos impedían que otros grupos pacíficos celebraran alguna actividad. Los controladores del lenguaje llaman a los pacíficos fascistas y a los violentos antifascistas. Con ello están llamando asesinos y genocidas a los pacíficos y a los que usan la violencia como arma, con el eufemismo de antifascistas, que es tanto como tildarles de luchadores contra el genocidio. Este pequeño control del relato, a través del lenguaje, les permite poner el mundo de revés.
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