El parqué
Descensos generalizados
Algo va mal cuando parece que ahora nos importa más recibir subvenciones por cualquier epígrafe que esté entre los incluidos en las listas oficiales del boja o que nos ingresen un dinerillo extra para gastos diarios que suponen un pico al final de año, de manera que siendo beneficiados se nos olvidan los problemas.
Ahora se compran las voluntades dando doscientos euros por descendencia biológica o por adopción para elevar los números de la natalidad de un país empecinado en gastar preservativos y acabar con los stocks de las píldoras del día después. También se destapan ideales de los cuerpos subvencionando el uso y abuso de los gimnasios para que la práctica deportiva tenga más adeptos y las adicciones calisténicas se promuevan, e incluso también se potencia la lucha contra la soledad haciendo lo posible por favorecer a esos dueños de mascotas que gastan en los de las cuatro patas más que en ellos.
También tendrán ventajas fiscales los alquileres de determinados colectivos y los gastos de manutención de algunas patologías como la celiaquía o el uso de gafas y lentes de contacto donde la intolerancia al gluten o la miopía se convierten en fuente de ingresos secundarios.
No está mal que veamos el lado positivo de estas medidas por el sentido solidario que encierran, pero no sabemos si la calidad de vida se mide por la pedantería de tener que subvencionar o porque, más bien, suponga una estrategia preelectoral pasada de rosca y populista. No de otra forma se entiende la falta de presupuesto para recursos educativos y de personal en las aulas, para el correcto cribado del cáncer de mama, para el arreglo de edificios en ruinas o para que las autopistas no sean ratoneras cada fin de semana.
No se entiende que haya dinero para unas cosas y no para otras. A lo mejor, no es que nos gusten las subvenciones, la realidad es que a los políticos les pone sobremanera.
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