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San Pedro y San Pablo
Seguimos repasando el patrimonio artístico jerezano a través del santoral. Eludiendo la festividad de hoy, San Juan Bautista, al que ya se le dedicó aquí en su día unas líneas, en esta ocasión hay que detenerse en otros dos santos muy relevantes y de amplia presencia en el arte cristiano. San Pedro y San Pablo, por su condición de pilares o fundadores de la Iglesia, se convirtieron en elementos simbólicos imprescindibles en muchos programas iconográficos de portadas y retablos. A un lado y otro, con frecuencia formando una indisoluble pareja, con sus atributos usuales, las llaves y la espada, estarán presentes en la arquitectura o en los altares del Renacimiento y el Barroco.
Empezando por el Quinientos, la estética italiana se abre paso en Jerez en portadas como las del Sagrario de Santo Domingo, donde ambos apóstoles se integran en sendos bustos. De cuerpo entero, las representaciones contenidas en el retablo mayor de San Marcos y el coro de padres de la Cartuja sobresalen dentro del XVI, resultando más clasicistas las pinturas del primer conjunto y de mayor carga manierista los relieves de la sillería de Voisin y Valencia.
El Barroco comienza con la monumentalidad que aúna clasicismo y naturalismo de las tallas de Martínez Montañés para San Miguel para llegar a la temprana plenitud barroca de las obras de José de Arce hoy en la Catedral. También figuran los dos santos dentro de apostolados pictóricos fechados en ese mismo siglo XVII, como el conservado en el palacio Bertemati, de influencias flamencas.
Ya en el Setecientos citamos las pequeñas pero delicadas piezas que hace Francisco Camacho para las puertas de la sacristía de San Lucas o las grandes esculturas pétreas de la portada que sirve de acceso a ese mismo espacio en el primer templo de la ciudad, en las que Jacome Vacaro avanzará hacia el Neoclasicismo.
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