The Zambombation

11 de diciembre 2025 - 03:04

Llegó el mes de los difuntos y, como era de esperar, en vez de los ‘tosantos’ y las castañas asadas llegaron las zambombas jerezanas. Para el día de Navidad, el niño Jesús habrá hecho ya el servicio militar, vulgo mili, que parece que lo van a reimplantar y, hete aquí, que no por reminiscencia del malévolo franquismo, sino por la amenaza cierta de un ataque bélico del Imperio Ruso.

Como si se tratara del carnaval de Venecia o de las fallas valencianas, la zambomba se ha convertido en un acontecimiento de repercusión nacional e internacional. Nadie había apreciado que medio noviembre y buena parte de diciembre eran meses desprovistos de juergas urbanas y Jerez los ha colocado en el calendario.

Vienen los nacionales por la ‘zambombá’, con tilde en la a, y los extranjeros por la ‘zambombation’. Les convoca el nacimiento del niño Jesús, pero se suelen tropezar con el atasco provocado por alguna procesión ‘semanasantera’ que lo recuerda ya muerto y en la cruz.

Primer desconcierto. Salvada la bulla cofrade, acceden peatonalmente al callejero histórico en el que una masa humana serpentea en busca de plazas repletas de público en torno a un pequeño claro en el que un lugareño o lugareña, seamos inclusivos, toca ese instrumento de percusión por fricción, llamado zambomba. Por círculos concéntricos, el público canta coplillas con fraseos repetidos: ‘estando un curita…, estando un curita’; “malito en la cama..., malito en la cama…, malito en la cama”. La primera frase para el que la sabe y la reiteración, para el que no la sabe. Vaya, el truco del almendruco.

En barras metálicas se venden cubatas a precios populares y comidas absurdas sin controles sanitarios. En la bulla, una guiri embriagada resulta empuntada traicioneramente por un sátiro común, hoy depredador sexual, y grita desenfrenadamente: ¡Zambombation, Zambombation! Para huir.

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