Por un alto el fuego en España, como en el Líbano
Zoo ilógico
Nos rodean. Entre la desagradable noticia de la viruela del mono en media Europa, las noticias mortales de la fiebre del Nilo en Coria, las picaduras de medusas en nuestras playas y los mosquitos infatigables de verano, andamos asistiendo al despertar de las patologías endémicas para hacer ver quienes dominan la naturaleza.
Nos traen en vilo y nos tienen a la defensiva por aquello que las consecuencias pueden ser nefastas. Ante ésta bofetada de realidad tenemos que aceptar que se nos ha ido un poco de las manos porque el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra es el humano.
No aprendemos. No hacemos prevención. No demostramos aquello de ser el único animal inteligente del espacio. Al contrario. Y es mucho más generalizado de lo que parece. Porque, por otro lado, están las peleas cornúpetas entre animaloides del mundo político que se dan cabezazos contra la pared y entre ellos mismos por no ser capaces de prevenir todo este tipo de procesos infecciosos que en pleno siglo XXI tendrían que ser atacados con tecnología avanzada.
Es un buen ejemplo de inconsciencia irracional, pero hay muchos más. Por no ser capaces de arreglar atascos en las autovías de Cádiz o de Huelva todos los días de verano, por acabar consiguiendo que el festival de cine de Sevilla sea el hazmereír del cine europeo o por hacer que las tuberías medievales de muchas de nuestras ciudades no sean renovadas, teniendo sin agua a miles de contribuyentes jerezanos que no se merecen gestores así.
Menos mal que hay otros modelos que nos consuelan. Unos caballos al atardecer en alguna playa, langostinos tigres recién cocidos, una buena tapa de jamón de cerdo único de Jabugo o una buena ración de ostiones en su punto. Lo dicho, nos rodean. Los animales inteligentes sin neuronas.
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