Antonio Romero: del poder de la oración a las plantas de la Virgen Valle

Antonio Romero, a la derecha, un cofrade histórico de la Semana Santa de Jerez.
Antonio Romero, a la derecha, un cofrade histórico de la Semana Santa de Jerez.

17 de noviembre 2023 - 04:04

Jerez/Como Simón de Cirene supo caminar sobre las huellas de Jesús. Incluso tomar, sobre sí, el peso del santo madero para prendarse del itinerario del Señor acorde a las enseñanzas de su Palabra. Fue Antonio un hombre según Dios. Su corazón siempre se arrodilló ante los latidos del Sagrario. Esa genuflexión de profundas convicciones cristianas que -sin devaneos de ninguna Fe vergonzante- encontró en la oración la más poderosa de las razones para comprender la magnitud del Amor con mayúsculas. “Donde no hay amor, pon amor y sacarás amor”, así nos alecciona san Juan de la Cruz. El amor -sin exhibicionismo aparentebasta por sí mismo. Su fruto consiste en la práctica. Puro san Bernardo. Jamás alardeó Antonio Romero Rodríguez de una formación teológica que asombraba en la clarividencia del ejemplo personal. Antonio fue un gran devoto de la Virgen María. Podría haber repetido textualmente la afirmación de san Luis María Grignion de Montfort: “Nunca se honra tanto a Jesucristo como cuando se honra a la Santísima Virgen. Efectivamente, si se la honra, es para honrar más perfectamente a Jesucristo”.

Se cumplen diez años del fallecimiento de Antonio. Pero no de su desaparición. Porque la enseñanza humana de los hombres íntegros -pese al contingente de la discreción de la que siempre hizo gala- no se esfuma así como así entre las hendiduras del olvido. “Me enseñaste de todo, excepto a olvidarte”, escribió Ricardo Arjona. Nació Antonio en 1936. Su progenitor, Sebastián Romero Gómez, iniciaría una arraigada -andando los años- saga de cofrades del Cristo de la Expiración. Antonio continuó esta bendita iniciativa encabezando la segunda generación de la estirpe de los Romero de la jerezanísima cofradía de la ermita de San Telmo. De hecho él mismo -artífice y renovador de una gloriosa tradición troncal- haría hermanos a sus hijos y nietos. ¡Benditas todas las ramas que al tronco salen!

Desde muy jovencillo -y hasta finales de la década de los sesenta- ejerció de capataz profesional de pasos de la Semana Santa de Jerez. Sacó casi la práctica totalidad de las cofradías jerezanas de aquellos entonces. Con oficio y con don de mando. Formó pareja profesional en todas las cofradías con su cuñado -y hermano también de la Hermandad del Cristo desde su nacimiento- Francisco Martínez García (Paco Sacrificio). Quedarían así unidas, para la posteridad y para la Hermandad, ambas familias -y no sólo en atención a la amistad que unía al padre de Antonio (Sebastián Romero Gómez) y al tío de Paco Sacrificio (Fernando Letrán García “Gorrión”) sino asimismo por la circunstancia nada desdeñable de saberse cuñados y compañeros en sus tareas profesionales de tocar el martillo de pasos de Semana Santa-.

Antonio Romero, así como toda su familia, fue devotísimo de María Santísima del Valle. Tanto es así que todo le parecía poco para Ella. Era tal su desvelo por la Madre de Dios que repetía vez tras vez: “El que no quiere a la Madre no quiere al Hijo”. Fue el Instructor de su Expediente de Coronación Canónica y el valedor del mismo durante más de veinte años. Supo sortear las cortapisas del trayecto. No descansó jamás -inaccesible al desalientohasta que la vio Coronada Canónicamente por la Gracia de Dios. Durante la procesión solemne y gloriosa de regreso de la Coronación Canónica del Valle el periodista Andrés Cañadas pregunta a Antonio qué opinión le merece la vivencia de tan señalada jornada y qué mensaje transmitiría a los jerezanos: Antonio, en su línea de evangelización permanente, responde con un directo y dilecto consejo: que todos aquellos que deseen coronar a su Dolorosa lo hagan a través de la fuerza de la oración pues la oración nunca falla.

Llevó a coronar a nuestra Patrona la Virgen de la Merced cargada por costaleros por primera vez en su historia devocional. Perteneció al movimiento de Cursillos de Cristiandad, donde impartía charlas formativas y espirituales en no pocos de estos cursillos. Estudió tres años de Teología y fue miembro ofical de varias juntas de gobierno de la Hermandad del Cristo a lo largo de su vida al desempeñar diferentes cargos tales como secretario, capiller, consiliario, etcétera. Forma parte indisoluble de la historia de la Semana Mayor Jerezana y no digamos de la cofradía del Cristo de la Expiración. Pese a que, incido, nunca pretendió honores. Algo así como los versos de José María Pemán en su poema ‘Elogio de la vida sencilla’: “No quiero honores de nombres;/ vivo sin ambicionar,/ que ése es honor que los hombres/ no me lo pueden quitar”.

Antonio Romero nunca desfalleció, nunca se derritió la cera de su Fe. Fue tanta tu dedicación y tan buen hijo de tan excelsa Madre, que lo dio todo a cambio de nada. Cuando he preguntado a su hijo Sebastián sobre su padre enseguida le brotó la necesidad de dirigirse de tú a tú al autor de sus días: “Siempre trabajaste sin buscar ningún reconocimiento, por eso todo el amor que tenemos los cofrades a la Madre de Dios hoy te lo trasladamos a ti, Antonio, porque sabemos que Dios Nuestro Señor habrá sabido recompensártelo, porque supiste quitar todas las cadenas que te encontraste en distintos estamentos, porque supiste sortear todas las piedras que te pusieron en el camino, porque cuando te caías… te levantabas siempre con más garra y con más ahínco, y porque todo lo hiciste para que Ella, la Santísima Virgen del Valle, fuera por siempre alabada, glorificada y venerada como Reina entre las reinas. Eso te deben todos sus devotos, nada más y nada menos. Que María Santísima del Valle te lo haya premiado en esa otra vida, donde estarás ya disfrutando de su rostro bellísimo”.

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