Editorial

Contrabando y blanqueo en Gibraltar

EL blanqueo de capitales y el contrabando de tabaco han sido y son -con evidente reincidencia- dos flagrantes delitos que tienen en Gibraltar un escenario dorado, si se tiene en cuenta la permisividad de la que secularmente han gozado y se han estado aprovechando sus ejecutores. Para la opinión pública era una evidencia del tamaño de la mole de la Roca que desde ahora cuenta con el marchamo de la Unión Europea (UE). El Gobierno español lleva lustros denunciando los hechos con escaso -por no decir nulo- éxito. Gibraltar siempre ha replicado, con mayor fortuna para su queja, que se trata del acoso al que la colonia británica está sometida por la Administración española. Ahora ha quedado demostrado que es un lamento espurio. La Oficina Europea de Lucha contra el Fraude (OLAF) no tiene ya la menor duda de que Gibraltar tiene un papel protagonista como base de actividades ilícitas, como son el contrabando de tabaco a gran escala y la evasión fiscal. No es una sospecha infundada azuzada desde España. Las conclusiones a las que ha llegado este órgano europeo son los resultados de las investigaciones que ha venido desarrollando en el último año. Y el diagnóstico es determinante: la OLAF ha encontrado indicios suficientes de la comisión de delitos de contrabando de tabaco y blanqueo de capitales que afectan a los intereses financieros o de otra índole de la UE. Acto seguido, ha transmitido a la Fiscalía General del Estado española que abra las correspondientes diligencias judiciales en relación con ambos delitos y ha requerido al representante permanente de Reino Unido en la UE para que traslade al Gobierno del ministro principal Fabian Picardo la misma recomendación. La respuesta de España ha sido inmediata, porque la Fiscalía de la Audiencia Nacional , dirigida por Javier Zaragoza, abrirá esas diligencias previsiblemente en las próximas semanas para que, en caso de que prosperen, un juez se encargue de la causa. Ahora sólo cabe esperar la reacción de Reino Unido, tan indulgente con el comportamiento de quien gobierna su colonia, y sobre todo la de éste, Fabian Picardo. El dictamen de Bruselas constituye todo un golpe en la línea de flotación de las tesis del ministro principal gibraltareño, enrocado en presentarse ante la comunidad internacional -con intervenciones en la ONU incluidas- como la víctima de un asfixiante cerco montado desde Madrid. No es así. Sus campañas de descrédito no le han servido. Europa le exige una respuesta. Y otra actitud.

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