Crónica Personal

¿Cumpliendo?

Sánchez no tiene un mínimo de humildad. No da para más, con su triunfalismo tan irrintante. No se le encuentran buenas intenciones

En muy mal concepto tiene Pedro Sánchez la inteligencia de los españoles cuando hace el balance del año bajo el lema Cumpliendo. ¿Cumpliendo qué? La lista de incumplimientos es tan larga que hacen falta centenares de palabras para recogerlos. Pero solo uno: que el recibo de la luz, que ha amargado a todos las Navidades, sería similar al de 2018. Qué más quisiéramos.

Sí ha cumplido las expectativas puestas en esta rueda de prensa: el habitual triunfalismo exacerbado, la ocultación de la realidad con tono solemne. Curioso cómo compara su hacer con el del anterior presidente: el Gobierno de Rajoy impuso una reforma laboral, y Sánchez pone el acento en la palabra impuso; él sin embargo ha llegado a un pacto de gobierno con los agentes sociales, y de paso le pide a Casado que siga el ejemplo de Garamendi; contrapone el cómo encaró el anterior presidente la crisis financiera y cómo ha encarado él la crisis del covid (y cuela, aunque han sido los gobiernos autonómicos los que se han dejado la piel en la lucha contra la pandemia.) Y contrapone la situación de Cataluña de hace cuatro años a la actual. Ni una mención a las cesiones políticas y económicas a los independentistas, incluido el indulto del Gobierno a los sediciosos en contra del criterio del Tribunal Supremo.

Sánchez expone sus méritos, sus hazañas, sin despeinarse. Lo que significa que jamás asumirá que "su" España cuenta con la peor cifra de empleo de toda Europa y que Bruselas le apremia a aplicar reformas imprescindibles para ser considerado un país solvente por las autoridades europeas; ni una palabra sobre las fallidas previsiones sobre el crecimiento, o que los Presupuestos se hayan aprobado gracias al apoyo de partidos que no solo no apoyan la Constitución sino que abogan por la ruptura de España, por no mencionar que se trata de partidos con los que aseguró que jamás se sentaría a dialogar.

Sinceramente, ya nos gustaría a los españoles sentirnos orgullosos de nuestro presidente, de su buen hacer, de tener voz potente en el escenario internacional, de su sensibilidad hacia las clases menos pudientes, con las que gasta palabrería pero a la que no llegan las ayudas que anuncia con tanta alharaca. Ya nos gustaría presumir de tener el mejor presidente europeo, en vez del más guapo. Ya nos gustaría que se empeñara más en responder a lo que le preguntan los periodistas en lugar de ser simpático dirigiéndose a ellos por sus nombres. Ya nos gustaría, en suma, hacer una crónica en positivo sobre su rueda de prensa de balance del año. Pero es imposible. Quizá si tuviera un mínimo de humildad... Pero no da para más con su triunfalismo tan irritante. No hay manera de encontrarle las buenas intenciones.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios