Entre paréntesis

Rafael Navas

rnavas@diariodejerez.com

Dame un abrazo

Detrás de los balances que están llenos de cifras de todo tipo en este 2020 están los de las cuestiones intangibles

Si todos los años por estas fechas ya estamos atiborrados de balances de todo tipo sobre lo que han sido los últimos doce meses, este 2020 que por fin se va tiene el mismo hilo conductor para todo, un resumen monocolor marcado por la pandemia. Y si en todos los balances anuales se habla de lo que se ha hecho, desgraciadamente en el de 2020 hablamos y hablaremos mucho de lo que hemos dejado de hacer, de lo que hemos perdido y de lo que podría haber sido y no fue. Ya desde el comienzo de la pandemia se decía que empezaríamos a valorar cosas, momentos, detalles y, por supuesto, personas a las que no prestábamos suficiente atención. Que no se aprecia en su justa medida algo hasta que no se pierde. Y así, cuando tuvimos que permanecer en casa confinados durante meses, empezamos a valorar un simple paseo por la calle y no digamos el placer de tomar un café en la barra de un bar, aunque fuese apresuradamente, aquello que la rutina de la era pre-covid no nos permitía saborear. Hasta algo tan simple como un rollo de papel higiénico o un paquete de harina con levadura se convirtió en objeto de deseo. Ahora en Navidad hemos tenido que aprender a valorar lo que es celebrar estas fiestas sin la familia y en el peor de los casos para siempre.

La lista de cosas que hemos dejado de hacer o que hacemos de otra forma es interminable, como la de ejemplos de personas y empresas que se han tenido que reinventar para poder seguir adelante. También hemos aprendido a vivir sin grandes fiestas como la Feria o las zambombas, a vivir una Semana Santa 'interior' y a descubrir que no hay que irse al Caribe o a los Alpes para descubrir playas y montañas preciosas. Hemos descubierto también héroes que cada día pasaban desapercibidos a nuestro lado, desde los sanitarios a los vendedores del súper o esos maestros que pusieron las tareas desde sus móviles y que todavía siguen sin poder abrazar a sus alumnos más pequeños.

Este año que finaliza con la esperanza de las vacunas nos ha arrebatado muchos seres queridos y muchas cosas. Y todo se podría simbolizar en algo tan propio del ser humano y tan valioso como es el contacto físico. Hemos reemplazado los abrazos y besos por codos o gestos de todo tipo, como nos saludaríamos con un alienígena bajado a la Tierra. Detrás de las grandes cifras que hay en el balance de 2020 en los fallecidos y enfermos, en las cuentas del Estado, de los ayuntamientos, las empresas, existe algo intangible como son los abrazos que nos dejamos de dar este año. Cuando la vacuna sea efectiva y esta pesadilla termine, tenemos que recuperarlos. Este año, desear feliz año no será algo automático, rutinario, obligado por las circunstancias del calendario, un deseo que se lleva el viento el día 2 de enero. La lección de 2020 debe ayudarnos a ser mejores en todo, por supuesto, y quien no la haya aprendido tiene un problema más serio que la enfermedad.

Feliz 2021, el año en el que soñamos con publicar la noticia de que entre todos derrotamos al virus y regresaron los abrazos.

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