Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
La otra mañana, en el acto de cada 28-F del Teatro Maestranza, y aparte de los dos genios de la canción popular que fueron tenidos como hijos predilectos (como en tantas cosas, excepción de Serrat quizá, también aquí el mayor talento tiene acento andaluz), la ovación más cerrada no fue para ningún médico o deportista, sino para el Ejército del Aire, medalla de Andalucía a los valores humanos. Existe un reconocimiento creciente entre nuestra sociedad a los méritos y sacrificios que conlleva la profesión de militar, por cierto cada vez más demandada por los jóvenes, como si aquella imagen cuartelera y anacrónica de no hace mucho tiempo que ciertos sectores se han empeñado en propagar, haya dado paso a otra más moderna y cercana, complementando a la nunca bien valorada seguridad una lealtad y solidaridad que ellos conocen como pocos.
No es ajeno a este reconocimiento, sospecho, el miedo que se ha instalado en nuestra cómoda sociedad occidental del bienestar como consecuencia de la invasión rusa de Ucrania. De repente, un tipo oscuro y sin escrúpulos, defensor de un expansionismo que creíamos olvidado en los rescoldos del siglo XX, aplasta los más elementales principios imponiendo su fuerza militar sobre el débil vecino fronterizo. Y es entonces cuando volvemos los ojos a esas organizaciones que demasiadas veces consideramos irrelevantes, la UE, la OTAN, y empezamos a valorar la importancia de estar bien acompañados, sabedores de que, si fuésemos nosotros los agredidos, no estaríamos mucho mejor que esos miles de ucranianos que estos días abren los telediarios vagando como almas en pena con la casa a cuestas.
Cuando, cada año, los políticos se apresuran a criticar el poco gasto que se prevé para tal o cual recurso, el antimilitarismo trasnochado de unos y el miedo al "qué dirán" de los otros impide el necesario debate sobre la importancia de mantener unas fuerzas armadas acorde a una democracia occidental integrada como España, que requiere de unas dotaciones adecuadas, muy lejos del escaso presupuesto actual del Ministerio de Defensa. Como le escuché a un importante mando militar no hace mucho, un buen ejército lo que aporta es, sobre todo, seguridad. Y la seguridad, hoy más que nunca, resulta imprescindible para vivir con los justos sobresaltos en este mundo complejo y global que nos ha tocado vivir. Que es casi lo mismo que decir vivir en democracia.
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